VERANO SOLIDARIO

El voluntariado también se aprende

La solidaridad no sólo se siente. También puede aprenderse. Alba Carranza lo sabe bien a sus 18 años. No ha necesitado viajar a ningún país del Tercer Mundo ni meterse en ninguna selva para aprender o descubrir la solidaridad. Ella, junto a otros 43 adolescentes de entre 14 y 17 años, acaba de participar en un proyecto emocionante: la convivencia durante una semana en un campamento de verano entre jóvenes sin minusvalías y discapacitados cerebrales. Su conclusión: "Ha sido una experiencia genial".La idea fue de dos ONG andaluzas: la Asociación a Toda Vela, de Almería, y la Casa del Agua de Coc...

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La solidaridad no sólo se siente. También puede aprenderse. Alba Carranza lo sabe bien a sus 18 años. No ha necesitado viajar a ningún país del Tercer Mundo ni meterse en ninguna selva para aprender o descubrir la solidaridad. Ella, junto a otros 43 adolescentes de entre 14 y 17 años, acaba de participar en un proyecto emocionante: la convivencia durante una semana en un campamento de verano entre jóvenes sin minusvalías y discapacitados cerebrales. Su conclusión: "Ha sido una experiencia genial".La idea fue de dos ONG andaluzas: la Asociación a Toda Vela, de Almería, y la Casa del Agua de Coco, de Granada. Se trataba de reunir a los adolescentes con los discapacitados para que aprendiesen a conocerse, a convivir juntos y a perder el recelo y la prevención que despiertan las personas diferentes.

"Fue algo mucho mejor de lo que yo me había imaginado", explica Alba Carranza. "Pensaba que a lo que iba era a ayudar a jóvenes que viven aislados, que están más retrasados o son más introvertidos, pero lo que encontré fueron chicos muy abiertos, muy inteligentes, muy simpáticos".

La experiencia tuvo lugar en el pueblo de Vélez Rubio, en Almería. La mañana la ocupaban en bañarse en la piscina y en participar en talleres para construir marionetas gigantes. La tarde la empleaban en conocerse y en preparar un pasacalles que reivindicaba la solidaridad con la inmigración y la necesidad de que haya un comercio justo. Del 9 al 16 de julio pasado, el casi medio centenar de jóvenes comenzó a aprender que la discapacidad cerebral es tan sólo una diferencia, no una lacra.

"Lo principal es que hemos aprendido a tratarlos como son. La gente no sabe cómo tratar a los discapacitados, no se da cuenta de que son personas absolutamente normales, sencillas, y hay que tratarlo como son, normales y sencillos. Estar con ellos no requiere ningún truco ni ninguna enseñanza especial".

Alba Carranza descubrió que un discapacitado es perfectamente autosuficiente. "No necesitan cuidados especiales, porque ellos se lo hacen todo. No necesitan ayuda para ducharse o comer".

Alba Carranza considera que proyectos como éste, denominado Hablemos de ellos y de ellas, sirve, sobre todo, "para que la gente joven sea más abierta y no tenga prejuicios hacia los discapacitados". La experiencia ha dado como resultado, además, un puñado de buenas amistades y que no se pierda el contacto entre los adolescentes. "Nos llamamos y nos escribimos para saber cómo estamos", dice la joven, integrante de la Casa del Agua de Coco desde hace un año.

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Esta experiencia, que se ha hecho en Almería por primera vez, volverá a repetirse el próximo año. "Yo, desde luego, pienso repetir, porque fue algo realmente genial, mucho mejor de lo que me imaginaba". La intención de los monitores era enseñar solidaridad desde la adolescencia, eliminar prejuicios absurdos y mostrar que la gente diferente puede enriquecer sin ningún problema a la gente considerada "normal". Es lo que Alba Carranza ha aprendido.

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