Tribuna:

Mentiroso

Este hombre untado de traición tendrá que pagar ahora en juicio lo que hizo contra sus compatriotas entre mentira y mentira, entre traición y burla. Augusto Pinochet.Hizo una larga pantomima en Londres, auxiliado por Thatcher y por otros que le llevaron té y pastas; gritaron a su favor en Chile los que le auparon con cacerolas, pero recibió del mundo lo que merecía la despiadada cacería de seres humanos que constituyó su régimen y, después, la reiterada falsificación de su salud. Estaba sano el mentiroso.

Cuando volvió a Chile, constituido ya el Gobierno de un sucesor legítimo de Al...

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Este hombre untado de traición tendrá que pagar ahora en juicio lo que hizo contra sus compatriotas entre mentira y mentira, entre traición y burla. Augusto Pinochet.Hizo una larga pantomima en Londres, auxiliado por Thatcher y por otros que le llevaron té y pastas; gritaron a su favor en Chile los que le auparon con cacerolas, pero recibió del mundo lo que merecía la despiadada cacería de seres humanos que constituyó su régimen y, después, la reiterada falsificación de su salud. Estaba sano el mentiroso.

Cuando volvió a Chile, constituido ya el Gobierno de un sucesor legítimo de Allende, Ricardo Lagos, cometió la burla máxima y saltó de la silla de ruedas, salió andando sonriente y le hizo un corte de mangas a todo Dios; pero el mundo le estaba viendo y la indignación no tuvo vuelta atrás. Le vieron también sus jueces. Aquella imagen, es la que ahora sienta en el banquillo a Pinochet, junto con todas esas atrocidades conocidas desde que se estaban produciendo y que figuran en los archivos pacientemente nutridos por los jueces, desde Garzón a Guzmán; detrás de este proceso, hay la labor difícil de mucha gente, que tiene en la frente la imagen de la pérdida de seres humanos muy queridos, asesinados con saña por pensar, cantar, escribir, vivir con ideas distintas a las de la dictadura fascista que él implantó en Chile en 1973.

Chile es sabio y paciente, ahora ha recuperado la dignidad pisoteada, y han vuelto a llenarse de libertad las alamedas; claro que hay fascistas apostados para impedir que lo que el tiempo paciente ha conseguido se rompa de nuevo. Ha pasado mucho tiempo de la ignominia, y está madura incluso la sensación de que eso nunca más puede volver a pasar; los que se burlaban, en España, en las tertulias reaccionarias y en las columnas sin marcha atrás, no retirarán la ceniza que vertieron contra los que, como Felipe González, expresaron su deseo de que fuera Chile, naturalmente, quien se ocupara del proceso. El melifluo dictador se levantó riéndose de la silla y ahora se sentará sin remedio en el banquillo; siempre nos lo representamos con gafas negras, en un desfile; su próxima imagen será la final, y ya no nos hará daño.

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