Reportaje:EXCURSIONES - ALREDEDORES DE EL PAULAR

Seis siglos de andadura

Era el año 1393, octubre y lunes para más señas, cuando los cinco monjes que habitaban El Paular salieron a dar un garbeíllo por el camino de Cotos. No subían de tararira, sino tétricos y ojerosos. Tres años antes habíase puesto la primera piedra de la cartuja. Pero a los 52 días, su fundador y único benefactor, el rey Juan I, diñola haciendo el indio con un caballo rucio rodado a las puertas de Alcalá. A partir de entonces, en la Corte habían hecho oídos de sueco con cerumen a sus demandas; las obras avanzaban a ritmo de siesta en chinchorro guaraní y, tales eran sus privaciones, "que non fue...

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En pos del pinar

Era el año 1393, octubre y lunes para más señas, cuando los cinco monjes que habitaban El Paular salieron a dar un garbeíllo por el camino de Cotos. No subían de tararira, sino tétricos y ojerosos. Tres años antes habíase puesto la primera piedra de la cartuja. Pero a los 52 días, su fundador y único benefactor, el rey Juan I, diñola haciendo el indio con un caballo rucio rodado a las puertas de Alcalá. A partir de entonces, en la Corte habían hecho oídos de sueco con cerumen a sus demandas; las obras avanzaban a ritmo de siesta en chinchorro guaraní y, tales eran sus privaciones, "que non fue avido otro remedio sino que algunos monges saliesen a pedir", cuenta Fray Mancio de Torres, cronista de la época.Subían camino del puerto, como hoy vamos subiendo nosotros por la orilla de la carretera, y, llegando al socaire de una peña caliza que aflora a 300 metros del monasterio, se sentaron a escribir una carta comunicando su derrota a don Guillermo Rainaldo, prior general de los Cartujos, 43361 Scala Dei, Tarragona. Mas hete aquí que, al mover accidentalmente una roca, hallaron una covacha, y en su interior, una virgencita de madera. "¡Milagro!", se dijeron. "¡Perseverad!", era el inequívoco mensaje celestial. Y perseveraron.

Tal es la historia de la Virgen de la Peña, cuya ermita puede verse, rodeada de castaños de Indias y una alta cerca, no más pasar el hito del kilómetro 28, a manderecha. Su construcción data de 1720 y su abandono contrasta con las galas góticas, renacentistas y barrocas del monasterio de El Paular, siendo difícil de entender por qué la Virgen de la Peña no cuida de sí misma como de los demás.

Poco más arriba -en el kilómetro 28,3- sale a la diestra el camino del Palero, una buena pista de tierra que invita a caminar en pos del pinar con la mirada puesta en el macizo de Peñalara. Por este camino, y como a una hora de andar desde El Paular, se presenta una bifurcación en la que optamos por el ramal de la izquierda, cerrado al tráfico con barrera. Igual hacemos en la encrucijada que aparece un kilómetro más adelante, antes de cruzar el arroyo de la Umbría, y lo mismo en la siguiente, para así llegar por pista de grava al mirador de los Robledos. No hay pérdida que temer: el pinar suele estar concurrido y, en último extremo, los buitres que anidan en él son de los negros, que sólo apetecen carroñas menudas.Como de buitre es la vista que hay desde el mirador de los Robledos, pues abarca los dos cordales -Cuerda Larga, a la derecha, y los montes Carpetanos, a la izquierda- que ciñen el valle del Lozoya; el monasterio en primer plano y, en lontananza, el embalse de Pinilla. Hay, además, un monumento al Guarda Forestal, una mesa de orientación y unos paneles informativos en los que vienen todos los nombres de estas cumbres, que ponerlos aquí sería pesado.

Siguiendo el mismo camino de grava, nos topamos de nuevo con la carretera de Cotos cuando ya llevamos dos horas largas de andadura. A 400 metros carretera arriba, junto al restaurante Pinosaguas, un puente nos va a permitir cruzar el río de la Angostura, que no es otro que el joven Lozoya, y bajar por la senda de pescadores que culebrea a lo largo de su margen derecha. Pequeñas cascadas. Verdes ribazos umbríos. Pozas para dar y tomar... un solitario baño.

Varios puentes -que no cruzamos-, las ruinas de la central eléctrica de El Paular -un curioso Belén posindustrial donde sestean las vacas- y una piscifactoría jalonan la senda hasta su entronque con una pista de tierra que, apartándose algo de la orilla, obliga a pasar junto a las piscinas naturales de las Presillas. Aquí hay aparcamiento de pago, chiringuito donde hacer gasto, césped de jardinería y, en consecuencia, manadas de urbícolas que acuden pastueños al reclamo.

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La prolongación de la pista es una vía asfaltada que, tras cruzar el río por el puente barroco del Perdón, nos devuelve al monasterio, seis siglos después de que cinco monjes salieran a dar un garbeíllo por sus alrededores, tétricos y ojerosos, creyéndose derrotados.

Visita al monasterio

- Dónde. El monasterio de El Paular, donde comienza esta excursión, dista 96 kilómetros de Madrid por el camino más rápido, que es yendo por la carretera de Burgos (N-I) y desviándose hacia Rascafría por la M-604 nada más pasar Lozoyuela. Hasta Rascafría -a dos kilómetros del monasterio- hay autobuses de Continental Auto que salen de la plaza de Castilla (teléfono 91 745 63 00). - Cuándo. Paseo circular de cuatro horas de duración -12 kilómetros-, con un desnivel de 180 metros y una dificultad baja, ideal para verano por ofrecer sombra casi continua y pozas para el baño.

- Quién. El Centro de Información Puente del Perdón, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, asesora y organiza paseos gratuitos con monitor por los alrededores de El Paular para grupos de entre cinco y 20 personas. Para apuntarse a la caminata hay que reservar plaza en el teléfono 91 869 17 57. Sus oficinas se encuentran en la carretera M-604, kilómetro 27,6, frente al monasterio. Horario: de 10.00 a 18.00, durante todos los días del año.

- Y qué más. Cartografía: mapa Sierra Norte de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38). La gira, por último, puede completarse con la visita al monasterio de El Paular, guiada y gratuita, que se efectúa todos los días, excepto jueves por la tarde, a las 12.00, 13.00 y 17.00.

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