Crítica:CRÍTICA - ROCK

Lo mejor y lo peor

Joaquín SabinaJardines de Viveros. Valencia, 21 de julio de 2000

Todavía permanecía grabado en la retina (y oídos) de los aficionados el brillante espectáculo de su gira acústica Nos sobran los motivos que Sabina ofreció en el Palacio de Congresos de Valencia dos meses atrás. Llenó entonces, volvió a agotar las localidades a su paso por la Feria de Julio y si dentro de un mes repitiera la jugada en un recinto aún mayor seguro que, de nuevo, no quedaba una sola entrada por vender. "Yo gusto mucho en Valencia", afirmó de refilón, como si el comentario formara parte del estri...

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Joaquín SabinaJardines de Viveros. Valencia, 21 de julio de 2000

Todavía permanecía grabado en la retina (y oídos) de los aficionados el brillante espectáculo de su gira acústica Nos sobran los motivos que Sabina ofreció en el Palacio de Congresos de Valencia dos meses atrás. Llenó entonces, volvió a agotar las localidades a su paso por la Feria de Julio y si dentro de un mes repitiera la jugada en un recinto aún mayor seguro que, de nuevo, no quedaba una sola entrada por vender. "Yo gusto mucho en Valencia", afirmó de refilón, como si el comentario formara parte del estribillo de la canción, mientras sonaba Pero qué hermosas eran. Nadie se lo discute : el canalla de Úbeda gusta, enamora y desnuda sin pudor de prejuicios a un público variopinto que, quizá, se cree retratado en alguna de sus historias o, simplemente, envidia sus locas noches de cigarrillos, alcohol y todo lo demás. Para esta ocasión, Joaquín Sabina escogió un repertorio mayoritariamente eléctrico e idóneo para contentar sin dificultad a grandes audiencias. De su exitoso álbum 19 días y 500 noches escogió Barbi Superstar, Una canción para la Magdalena o Noches de boda. Sublimes aciertos. Lo mejor y lo peor, sin embargo, llegó cuando echó mano de sus clásicos. Sobre el escenario, el músico acostumbra a vestir con nuevos ritmos y ocurrencias sus piezas más populares, y, así, mientras unas veces consigue arrancarle un buen pellizco de ingenio a su inspiración (el nuevo trote rockero de Princesa, la genial interpretación de Medias negras a ritmo de son o los ribetes de blues amargo con los que quiso actualizar la bella Así estoy yo sin ti), en otras pierde el rumbo y naufraga estrepitosamente al pretender mejorar lo que, sin duda, no necesita mejora alguna (incomprensible el trato que le dispensó a Calle Melancolía o la desafortunada lectura, más próxima a Rosendo que a su propio autor, que los guitarristas Pancho Varona y Toni Carmona ofrecieron de Esta boca es mía). Cara y cruz de un artista excepcional que se niega a envejecer y, sin embargo, mejora con el paso de los años. Que vuelva pronto.

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