Los regionalismos franceses exigen el mismo plan autonómico que Córcega

La propuesta de Lionel Jospin de una autonomía controlada para Córcega, que tiene como objetivo el fin de la violencia independentista, ha encontrado un eco inmediato en otras regiones de Francia, donde este gesto se considera un agravio comparativo. Tanto en la frontera con el País Vasco español como en la catalana o en la Bretaña, se han alzado voces que exigen ofertas al menos similares a la de Córcega. Desde la derecha y las propias autoridades corsas se ve la propuesta como una cesión peligrosa y una ofensa a la República.

Vascos, alsacianos y bretones ya han hecho oír su voz: "Si ...

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La propuesta de Lionel Jospin de una autonomía controlada para Córcega, que tiene como objetivo el fin de la violencia independentista, ha encontrado un eco inmediato en otras regiones de Francia, donde este gesto se considera un agravio comparativo. Tanto en la frontera con el País Vasco español como en la catalana o en la Bretaña, se han alzado voces que exigen ofertas al menos similares a la de Córcega. Desde la derecha y las propias autoridades corsas se ve la propuesta como una cesión peligrosa y una ofensa a la República.

Vascos, alsacianos y bretones ya han hecho oír su voz: "Si se admite que una Asamblea corsa tenga poder de adaptación de las leyes, ¿por qué una Asamblea vasca no puede tener los mismos derechos?". La pregunta la ha formulado el movimiento Abertzaalen Batasuna, facción francesa de Euskal Herritarrok, estrechamente ligado a ETA. Desde este movimiento idependentista afirman que "lo que es posible en Córcega lo es también en el País Vasco", y esta oportunidad ha encontrado eco inmediato entre la nebulosa nacionalista bretona o en la alsaciana, que, desde Perpiñán, también ha preguntado: "¿Por qué no es posible obtener el mismo trato?". El propio Jospin, preguntado por estas nuevas reivindicaciones, ha contestado con un evasivo "por ahora, toda mi atención está concentrada en el caso de Córcega".Para Georges Sarre, diputado y hombre de confianza de Jean-Pierre Chévènement, "se corre el riesgo de haber abierto la caja de Pandora". Según él, portavoz de una corriente republicana, jacobina y de izquierda, "una reforma constitucional que sólo tenga por objeto la situación corsa carece de sentido, pues servirá para alimentar el chantaje y las presiones de los nacionalistas".

Para la mayoría de los diputados regionales corsos, la propuesta del Gobierno -aumento progresivo del poder insular, incluido un poder "legislativo de adaptación", siempre condicionado al mantenimiento de la "paz civil duradera" y a un calendario que escalona las tranferencias de competencias- "va en la buena dirección". Algunos han elogiado "la valentía política de Lionel Jospin" y otros han destacado "que ha llegado el momento de ponerse a trabajar y olvidarse de las bombas". Este último comentario, formulado por un dirigente de una fracción radical del nacionalismo corso, es muy significativo, como también lo es que Paul Quastana, de la Cuncolta Independentista, admita que "la lucha armada no tiene por vocación perdurar durante decenios".

La propuesta de Jospin, que es vista con recelo por algunos ministros de su Gobierno, también ha dividido a la derecha. Para Michèle Alliot-Marie, presidenta del gaullista RPR (Agrupación por la República), la transferencia de un modesto poder legislativo es "inaceptable", porque "la República es una e indivisible". Las palabras de Alliot-Marie parecen anticipar la futura postura del presidente Jacques Chirac que, el pasado 14 de julio, no quiso pronunciarse sobre la cuestión a la espera de conocer el alcance de la autonomía ofrecida por el Gobierno.

El prefecto Bernard Bonnet, responsable en buena parte de la situación de debilidad del Gobierno en Córcega durante estos dos últimos años al haber intentado restablecer "el orden republicano" protagonizando el incendio de un chiringuito playero ilegal que desafiaba su autoridad, ha criticado con dureza al Gobierno: "Reconocer a Córcega el derecho a hacer sus propias leyes equivale a confesar que no se es capaz de hacer respetar las de la República". Según él no puede admitirse que "un puñado de parlamentarios corsos, preocupados por las próximas elecciones municipales y sometido a las presiones de los nacionalistas dicten su ley a la República".

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