Tribuna:

Terra Mítica

Convirtiendo las anécdotas particulares en categorías universales Luis García Berlanga es, sin duda alguna, uno de los valencianos que mejor ha retratado a sus paisanos. En París-Tombuctú, su última película, el veterano y a la vez jovencísimo cineasta muestra una galería de personajes de un pueblo mediterráneo que bien podrían servir como comparsas durante la próxima inauguración de Terra Mítica. Por las imágenes del filme desfilan políticos oportunistas, comerciantes dicharacheros pero sin ética ni principios, constructores aprovechados y todo tipo de fenicios sin escrúpulos. Entre pa...

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Convirtiendo las anécdotas particulares en categorías universales Luis García Berlanga es, sin duda alguna, uno de los valencianos que mejor ha retratado a sus paisanos. En París-Tombuctú, su última película, el veterano y a la vez jovencísimo cineasta muestra una galería de personajes de un pueblo mediterráneo que bien podrían servir como comparsas durante la próxima inauguración de Terra Mítica. Por las imágenes del filme desfilan políticos oportunistas, comerciantes dicharacheros pero sin ética ni principios, constructores aprovechados y todo tipo de fenicios sin escrúpulos. Entre paellas aceitosas y gigantes, atracciones estúpidas para los turistas y un paseo marítimo por donde discurren las procesiones religiosas transcurre la acción de una película que retoma la tradición de esperpento social de obras maestras de Berlanga como Bienvenido mister Marshall o Vivan los novios. Apenas el viejo anarquista, encarnado magistralmente por Juan Diego, y el perplejo viajero que interpreta Michel Piccoli escapan a la visión consumista de un mundo entregado en cuerpo y alma a la adoración del becerro de oro. La historia que narra Berlanga suena a fábula futurista -como los monstruos de los anuncios en televisión de Terra Mítica- pero bien mirada responde a un relato que podría ser costumbrista.Cerca de 70.000 millones de pesetas, públicas y privadas, se han invertido en instalar un parque temático en una de las zonas más congestionadas, degradadas, urbanizadas y machacadas del litoral valenciano para convertir en realidad el sueño del presidente Eduardo Zaplana de exportar el modelo de Benidorm al resto del país. Pocas voces se han alzado para poner en tela de juicio una planificación del territorio que condena a las comarcas de las Marinas a ser una caricatura de Las Vegas y que convertirá la costa en un enorme casino de toboganes al estilo El misterio de Keops, Circus máximus o Barbarroja. El Benidorm que reflejó Bigas Luna en su película Huevos de oro es ya el nuevo símbolo de buena parte de la sociedad valenciana.

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