Putin defiende un Estado fuerte

El presidente ruso aboga ante la Duma por una Rusia centralizada y económicamente soberana

Vladímir Putin no se anduvo ayer por las ramas al presentar a diputados, senadores y el pueblo entero (que pudo seguir sus palabras por radio y televisión) el diagnóstico de la Rusia actual: un país que envejece, de economía débil, estructuras políticas no consolidadas y sociedad civil inmadura. Más cerca del Tercer Mundo que de Occidente. Pero la solución a sus males, anunció solemne el líder del Kremlin en su discurso sobre el estado de la nación, se halla al alcance de la mano: un Estado fuerte. Sólo ese poder, recalcó, estará en condiciones de garantizar la libertad y la democracia y conse...

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Vladímir Putin no se anduvo ayer por las ramas al presentar a diputados, senadores y el pueblo entero (que pudo seguir sus palabras por radio y televisión) el diagnóstico de la Rusia actual: un país que envejece, de economía débil, estructuras políticas no consolidadas y sociedad civil inmadura. Más cerca del Tercer Mundo que de Occidente. Pero la solución a sus males, anunció solemne el líder del Kremlin en su discurso sobre el estado de la nación, se halla al alcance de la mano: un Estado fuerte. Sólo ese poder, recalcó, estará en condiciones de garantizar la libertad y la democracia y conseguir un nivel de vida digno para la mayoría de la población.El discurso de Putin en el Salón de Mármol del Kremlin (donde se reunía en tiempos soviéticos el Comité Central comunista) ofreció un rotundo contraste con el pronunciado un año antes por Borís Yeltsin, que incluso tuvo dos versiones: una estrecha, al alcance de la palabra y decadencia física del presidente, y otra ancha, complementaria, plasmada en más de 100 folios, y que hablaba de todo para decir muy poco.

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El nuevo zar dio ayer otra imagen: seca, escueta, a veces monótona. Es joven (47 años), tiene una salud de hierro (al menos eso dicen sus médicos) y mucho tiempo por delante para consolidarse en el poder y definir y aplicar sus recetas, por el momento todavía muy elementales y que suscitan tantas inquietudes como esperanzas. Esta última es una mezcla de liberalismo económico, centralismo y democracia.

Corrupción

Hay cosas de las que Putin dijo que suelen poner furiosos a algunos ministros y diplomáticos cuando las ven publicadas en los periódicos bajo otras firmas. Como que ha sido el propio Estado, débil e inoperante, el que ha hecho posible que en Rusia impere la economía sumergida, prolifere la corrupción y los capitales huyan sin freno al exterior.O como que millones de familias no pueden criar dignamente a sus hijos ni cuidar de sus mayores. "Es difícil vivir hoy", señaló el presidente, que presentó como reflejo de esa tragedia el continuo descenso de la población, 750.000 personas por año, con una aceleración que hace pronosticar a los demógrafos una pérdida de 22 millones de aquí al 2015, la séptima parte de la población actual. "Si continúa esta tendencia", dijo Putin, "estará en peligro la supervivencia del país. Nos enfrentamos a la amenaza real de convertirnos en una nación senil".

Rusia, señaló el líder del Kremlin, tiene una economía débil, y la brecha que la separa del mundo desarrollado empuja al país hacia el Tercer Mundo. La apariencia actual de prosperidad y recuperación, añadió, es engañosa, ya que no surge de la renovación de los mecanismos económicos, sino de factores coyunturales, como el aumento del precio del petróleo, principal fuente de ingresos de Rusia. El crecimiento de hoy, dio a entender, es tan frágil como la prosperidad de 1997, que fue el preludio de la crisis de agosto de 1998.

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"Rusia", afirmó Putin, "necesita un sistema económico competitivo, eficaz y socialmente justo". En suma, una economía estable que garantice una sociedad democrática y un Estado fuerte. Este último concepto es, para el líder del Kremlin, una especie de panacea universal, necesaria también para garantizar una política exterior independiente y que logre el respeto de los grandes poderes, así como para afrontar los desafíos del terrorismo internacional a la soberanía e integridad del país, una referencia clara a la guerra de Chechenia.

Soberanía

No habló mucho Putin de política exterior. Lo suficiente para dejar constancia de que "la guerra fría es cosa del pasado, pero sus consecuencias negativas aún no han sido superadas". Citó entre ellas el intento de "infringir los derechos de Estados soberanos con el pretexto de operaciones humanitarias" (tenía en mente a Yugoslavia) y "las dificultades para encontrar un lenguaje común sobre cuestiones que representan amenazas regionales o internacionales" (otra vez Chechenia). Ni una palabra sobre desarme. Incluso venció la tentación de mostrar su euforia por el estruendoso fallo del costoso ensayo de la guerra de las galaxias que planea EE UU.El líder del Kremlin dejó claro que su intención es que Rusia no vuelva a ser nunca más un mendigo pendiente de las ayudas del FMI. "El problema es drámatico", dijo. "¿Seremos capaces de sobrevivir como nación, como civilización, si nuestro bienestar depende una y otra vez de los créditos internacionales y la benevolencia de los líderes de la economía mundial?". La respuesta a la pregunta la tiene clara: no. Y la forma de evitar caer en ese abismo, también: un Estado fuerte, por supuesto. "Ninguna tarea pan-nacional", afirmó, "puede resolverse sin él". ¿Se ha avanzado ya algo para conseguirlo? Putin no quiso ser triunfalista: "En estos años no se ha ido más allá de las declaraciones y las palabras vacías".

Pero ahora, Putin parece que va en serio. Ayer dijo que Rusia se ha convertido en un país descentralizado sin ser ni siquiera federal. "Se crearon", añadió, "pequeñas islas de poder sin puentes para conectarlas". Muchos de quienes le escucharon perderán sus puestos de senadores y su inmunidad parlamentaria si prospera el paquete legislativo que pretende reforzar el poder central, primer paso en la construcción del Estado fuerte. Todo un vuelco de la política de Yeltsin, que dejó a las regiones que asumiesen todos los poderes que fuesen capaces de digerir.