Tribuna:

La salida de la crisis vasca.

Se detecta hoy, en medio del dolor por el último asesinato en Durango, un momento de esperanza sobre el futuro político inmediato del País Vasco. La esperanza se concreta en la rectificación por parte del PNV de su actual línea nacionalista radical en provecho de un movimiento en favor de su tradición autonomista-foralista a la que están ligados sus momentos de éxito en la política vasca. Me parece una esperanza realista que podría concretarse en el relevo de su actual dirección. Si esta rectificación es posible es porque ha tomado cuerpo en el País Vasco la otra alternativa a la actual si...

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Se detecta hoy, en medio del dolor por el último asesinato en Durango, un momento de esperanza sobre el futuro político inmediato del País Vasco. La esperanza se concreta en la rectificación por parte del PNV de su actual línea nacionalista radical en provecho de un movimiento en favor de su tradición autonomista-foralista a la que están ligados sus momentos de éxito en la política vasca. Me parece una esperanza realista que podría concretarse en el relevo de su actual dirección. Si esta rectificación es posible es porque ha tomado cuerpo en el País Vasco la otra alternativa a la actual situación política: la alternativa de la sustitución a cargo del Partido Popular y el Partido Socialista del papel dirigente del PNV. La definición de esta alternativa no solamente es una necesidad en previsión de un enrocamiento del PNV en sus presentes posiciones, sino una necesidad también para favorecer la alternativa dentro de este partido a su actual dirección.El que se abra paso la hipótesis de un Gobierno vasco protagonizado por populares y socialistas arrastra el proceso de reacción en el seno de un PNV con fuertes intereses en la gobernación y administración del País Vasco. Lejos de ser una hipótesis improbable e irrealizable, hay que darla por factible en un escenario político presidido por el adelantamiento de las elecciones. Ante un triunfo combinado de los partidos constitucionalistas, el PNV no tiene otra opción que aceptar la derrota, abandonar el poder y asistir a los cambios previsibles en la política vasca. Contra la idea de una revuelta nacionalista ante esta situación, debe abrirse paso la idea de una normalidad institucional caracterizada por la presencia de Mayor Oreja al frente del Gobierno de Vitoria.

Esta hipótesis máxima no impide reconocer la mayor facilidad y viabilidad de una alternativa presidida por un Gobierno de coalición en Vitoria a cargo del PNV, PP y PSE o del PNV con uno de los dos partidos constitucionalistas. Pero lo que es importante subrayar es que esta posibilidad solamente tomará fuerza en tanto la tesis de la sustitución del PNV adquiera credibilidad. Me parece que éste es el sentido de la estrategia de Mayor Oreja. Y creo que es una estrategia acertada que puede abrir el camino a una solución de la crisis vasca.

Hay que mirar al pasado para constatar que los grandes momentos de expansión del nacionalismo democrático (segundo trecho de la Restauración, II República, transición política) están ligados a momentos flexibles en su estrategia política, a la confianza en una política autonomista que no se planteaba como un primer paso hacia objetivos independentistas, sino como objetivo en sí mismo. Solamente la afirmación de una alternativa sólida al PNV amenaza romper el actual equilibrio político y garantiza una vuelta peneuvista a su política realista y posibilista. Franjas del voto de centro-derecha tienen en sus manos en el País Vasco propiciar la jubilación de un PNV radicalizado, empeñado en una estrategia maximalista que ha demostrado su incapacidad como garantía de paz. Incluso aunque el PNV consiguiera por este camino una nueva tregua de ETA, sería una conquista demasiado precaria y demasiado hipotecada por concesiones políticas poco realistas y funcionales para los intereses globales de la sociedad vasca.

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Hace falta pues tesón en el mantenimiento de la opción sustitutoria en el escenario vasco. Es vital a este respecto el entendimiento entre las fuerzas políticas constitucionalistas y, en concreto, la aceptación por el PSE de una política clara y sin claudicaciones, que no puede dar paso a un entendimiento con el PNV más que en tanto quede fuera de toda duda su asunción de una nueva política que no será, en realidad, sino la asunción de una línea tradicional por parte de un PNV con clara vocación mayoritaria. El PSE debe precaverse muy especialmente contra el reflejo de una política global de oposición del partido socialista al PP en el conjunto de España.

Lejos de contemplar este escenario de la política vasca como un enfrentamiento entre dos opciones radicalizadas, el nacionalismo radical y el PP, hay que contribuir a ver la opción del centro-derecha vasco como una política arriesgada y valiente en favor de la movilización política del País Vasco. El recurso a la convocatoria de elecciones anticipadas en Vitoria se configura como un impecable recurso democrático en el marco de esa movilización, un recurso que no puede ser presentado como instrumento de agitación política, sino como pura ortodoxia constitucional ante la existencia de previsibles cambios en la opinión ligados a la presencia de nuevos factores políticos. Una estrategia política que en cualquiera de sus dos soluciones posibles, la rectificación del PNV o su sustitución, es la garantía de la definitiva institucionalización de la democracia en el país. El PSE debe jugar con prudencia sus bazas políticas, consciente del alto papel que le corresponde en la salida de la crisis. Una crisis que habrá de cerrarse con la afirmación de una nueva situación política presidida por la normalización democrática, el triunfo del autonomismo político y el diálogo con las fuerzas políticas radicales del País Vasco desenganchadas de la violencia. El que semejante situación esté presidida o no por el PNV es una cuestión accesoria que, en definitiva, corresponde decidir al propio PNV. Lo importante es que tome forma en la sociedad vasca la idea de que la solución, por una u otra vía, es posible.

Andrés de Blas Guerrero es catedrático de Teoría del Estado en la UNED.

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