Tribuna:

Falta de reflejos

Proponer una cosa en la oposición y hacer algo distinto cuando se llega al Gobierno no es infrecuente, aunque cada vez va siendo más difícil. Afortunadamente, los ciudadadanos cada vez van estando mejor informados y cada vez resulta más difícil no pagar un precio por la discordancia entre el discurso cuando se está en la oposición y la posterior acción de gobierno cuando se ganan las elecciones. De ahí que los partidos tiendan cada vez más a formalizar sus compromisos durante la campaña electoral, proponiendo una especie de pacto a los ciudadanos susceptible de ser controlado en su cumplim...

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Proponer una cosa en la oposición y hacer algo distinto cuando se llega al Gobierno no es infrecuente, aunque cada vez va siendo más difícil. Afortunadamente, los ciudadadanos cada vez van estando mejor informados y cada vez resulta más difícil no pagar un precio por la discordancia entre el discurso cuando se está en la oposición y la posterior acción de gobierno cuando se ganan las elecciones. De ahí que los partidos tiendan cada vez más a formalizar sus compromisos durante la campaña electoral, proponiendo una especie de pacto a los ciudadanos susceptible de ser controlado en su cumplimiento posteriormente por éstos.Hay un terreno, sin embargo, en el que a los partidos, a todos, no les importa ser inconsecuentes y decir y hacer cosas distintas según se esté gobernando o en la oposición: el de la televisión pública.

Cuando se está en la oposición siempre se es partidario del nombramiento parlamentario del director de la televisión pública y, además, por una mayoría cualificada, de tal manera que no pueda ser designado unilateralmente por la mayoría parlamentaria que apoya al Gobierno. Cuando se está en el Gobierno, siempre se es partidario de la designación por el Ejecutivo.

En la pasada campaña de las elecciones generales el candidato del PSOE, Joaquín Almunia, propuso un pacto en el pleno del Congreso de los Diputados al presidente del Gobierno para que se designara por consenso al director de RTVE, acabando de una vez por todas con el enfeudamiento de la radio-televisión pública al Gobierno de turno. Obviamente la propuesta no fue aceptada por José María Aznar.

En Andalucía, por el contrario, es el PP el que propone que el director de RTVA sea designado por el Parlamento por mayoría cualificada y el Gobierno de la Junta de Andalucía y su mayoría parlamentaria la que se opone, aunque con la salvedad de que la oposición no es absoluta, sino condicionada a que se apruebe dicho sistema también para la radio y televisión estatal y para la de las demás comunidades autónomas.

Dicho en pocas palabaras: el PP propone en Andalucía lo que no practica en el Estado, en Galicia o en la Comunidad Valenciana y el PSOE propone en el Estado y en esas comunidades autónomas lo que no practica en Andalucía.

La inconsecuencia es tan obvia y tan recíproca que no tiene coste en la competición interpartidaria, aunque sí lo tenga para el prestigio de la acción política en general. Pero éste es un coste que los partidos parecen dispuestos a pagar gustosamente.

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En todo caso, la proposición no de ley aprobada por el Parlamento de Andalucía esta semana con la finalidad de que el director de RTVA sea designado por el Parlamento por mayoría cualificada ha vuelto a poner de manifiesto la falta de reflejos del PSOE tras el 12-M. Se están acumulando errores en este comienzo de legislatura, que pueden llegar a ser incorregibles.

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