Tribuna:

Juaristi y la derecha

Según parece, alguna gente de la izquierda realmente inexistente se ha rasgado las vestiduras ante el nombramiento de Jon Juaristi como director de la Biblioteca Nacional o, para ser más exacta, ante su aceptación de dicho cargo y, para ser más exacta aún, ante su declaración de que dicho cargo no es político. Es quizás la misma izquierda, hoy realmente inexistente, que lleva un par de siglos rasgándose las vestiduras ante la derecha de este país y añorando hacerle la oposición a una derecha civilizada como la que -al parecer- han disfrutado históricamente en Europa o, incluso, fusterianamente...

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Según parece, alguna gente de la izquierda realmente inexistente se ha rasgado las vestiduras ante el nombramiento de Jon Juaristi como director de la Biblioteca Nacional o, para ser más exacta, ante su aceptación de dicho cargo y, para ser más exacta aún, ante su declaración de que dicho cargo no es político. Es quizás la misma izquierda, hoy realmente inexistente, que lleva un par de siglos rasgándose las vestiduras ante la derecha de este país y añorando hacerle la oposición a una derecha civilizada como la que -al parecer- han disfrutado históricamente en Europa o, incluso, fusterianamente hablando, en la muy civilizada y consciente de sí Cataluña. Esa misma izquierda que, cuando se ha puesto a escribir historia, ha identificado como uno de los males históricos de la patria el clientelismo político del siglo XIX, cuando cada cambio de partido en el poder significaba el arrinconamiento administrativo, político y cultural de todos y cada uno de los miembros o simpatizantes del partido en la oposición. El pobre Estado español, tan falto de capacidad nacionalizadora y modernizadora, habría estado así sumido en la provisionalidad partidista y los ciudadanos pendientes de un hilo en su reconocimiento como tales. ¡Qué diferencia -se ha repetido hasta la saciedad- con Francia o con Inglaterra!; es decir con la Europa con la que nos hemos comparado siempre. Allí sí que hubo Estado, nacionalización e integración positiva de la ciudadanía, aunque gobernase la derecha. Allí la gente seguía sintiéndose parte de la ciudadanía activa a pesar de que gobernasen los otros y podía dirigir una biblioteca, nacional, un tipo en el que era posible reconocerse y reconocerle ¡aunque gobernase la derecha! Pues bien, ya lo tenemos ahí y, obviamente, como todo lo que conocemos, ese ahí tiene una intencionalidad política. ¡Faltaría más! De ella, sin embargo, lo que merece atención y satisfacción es, precisamente, el hecho de que gente que no somos de derechas, ni lo seremos nunca, podamos reconocernos vital e intelectualmente en el nuevo director de esta biblioteca nacional y que, además, ese director sea un investigador especialmente capacitado para el cargo que ocupa. Algo que alegra y tranquiliza cuando está gobernando la derecha. Gobernando hasta que la inexistente izquierda se aclare en su inexistente oposición a todo lo que realmente existe.

Isabel Burdiel es profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia.

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