Editorial:

Fuegos trágicos

Humeantes todavía los rescoldos de la terrible explosión producida el pasado sábado en una fábrica de fuegos artificiales de la ciudad holandesa de Enschede, otra explosión de las mismas características, aunque de efectos por fortuna más limitados, afectó ayer a un almacén de pirotecnia en la localidad valenciana de Rafelcofer. No se trata de establecer comparación entre ambos sucesos, sobre todo a falta de conocer sus causas, salvo en lo que se refiere a los riesgos inherentes a la manipulación de artefactos explosivos destinados a la diversión colectiva y que resultan a veces mortales. En oc...

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Humeantes todavía los rescoldos de la terrible explosión producida el pasado sábado en una fábrica de fuegos artificiales de la ciudad holandesa de Enschede, otra explosión de las mismas características, aunque de efectos por fortuna más limitados, afectó ayer a un almacén de pirotecnia en la localidad valenciana de Rafelcofer. No se trata de establecer comparación entre ambos sucesos, sobre todo a falta de conocer sus causas, salvo en lo que se refiere a los riesgos inherentes a la manipulación de artefactos explosivos destinados a la diversión colectiva y que resultan a veces mortales. En ocasiones, por causas difíciles de prever, pero casi siempre por no adoptar las medidas de seguridad exigidas.En el caso de Holanda, la tragedia se ha visto ampliada por el entorno urbano en que estaba situada la fábrica: más de 20 muertos, centenares de heridos, más de 2.000 personas sin hogar, un barrio destruido. El Gobierno holandés, aturdido por la tragedia, ha anunciado una exhaustiva investigación sobre lo sucedido. Pero ya sabe lo que tiene que hacer de inmediato: sacar las industrias de este tipo de los núcleos urbanos. Holanda, un país apasionado también por los fuegos artificiales, tiene una importante industria pirotécnica. Ahora se comprueba que en condiciones incompatibles con la seguridad propia de tales instalaciones.

Más información

En España, a partir de las frecuentes tragedias producidas al socaire del tradicional culto a la pólvora, las autoridades se han esforzado por reglamentar, desde el punto de vista de la seguridad, una industria artesanal hasta hace muy poco. En el caso de Rafelcofer, la situación de la fábrica, fuera de la localidad, ha aminorado la tragedia, aunque no la ha evitado. Cinco trabajadores muertos, tres heridos graves y dos desaparecidos ponen de manifiesto el alto tributo que pagan quienes trabajan en esta actividad y la necesidad de extremar las medidas de seguridad.

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