FÚTBOL 37ª jornada de Liga

Tarde de pantallas y transistores, y cita en Cuatro Caminos el viernes

A la afición deportivista se le solía atribuir la virtud o el sambenito de ser la única capaz de aplaudir al equipo contrario, de acudir a Riazor como a la ópera. No se instalaban pantallas gigantes para seguir el destino del equipo por televisión y la fuente de los Cuatro Caminos no recibía avalanchas de seguidores desde el triunfo en el trofeo Teresa Herrera de 1998.Ayer todo cambió. Ya por la mañana, el alcalde Francisco Vázquez, culé y enemigo confeso de César Lendoiro, pidió a la virgen del Rosario el título de Liga en la función del voto que se celebra desde hace cuatro siglos. Y a prime...

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A la afición deportivista se le solía atribuir la virtud o el sambenito de ser la única capaz de aplaudir al equipo contrario, de acudir a Riazor como a la ópera. No se instalaban pantallas gigantes para seguir el destino del equipo por televisión y la fuente de los Cuatro Caminos no recibía avalanchas de seguidores desde el triunfo en el trofeo Teresa Herrera de 1998.Ayer todo cambió. Ya por la mañana, el alcalde Francisco Vázquez, culé y enemigo confeso de César Lendoiro, pidió a la virgen del Rosario el título de Liga en la función del voto que se celebra desde hace cuatro siglos. Y a primera hora de la tarde, en Riazor había ambiente de futbol. Coches haciendo gala de banderas y bocinas y chiringuitos de gorras y bufandas.

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Una emisora local instaló una pantalla de 4 por 4 metros en el pabellón polideportivo anexo al estadio y emitió 8.000 invitaciones. Por lo visto, las repartió todas y se quedó corta. Pandillas de adolescentes agrupadas en las gradas, familias con niños acampadas en la moqueta siguieron el partido con el ojo puesto en la señal de Teletaquilla y el oído en la retransmisión de los locutores radiofónicos, jaleando las ocasiones y silbando las interrupciones publicitarias.

"Parece que Donato se ha lesionado", rugían los altavoces, y el espíritu de aquel otro 14 de mayo, cuando el hispano-brasileño no pudo tirar aquel penalti desde el banquillo, recorrió los espinazos de los congregados, prontamente galvanizados por una cuña de un taller de chapa y pintura y la visión del "abuelo" recuperándose.

En el exterior, lo mismo. Por la calle, aprovechando el sol, únicamente algunas señoras, parejas de enamorados y caballeros con cara de prisa. Los establecimientos hosteleros trastocaron el orden natural de las mesas y alienaron militarmente las sillas en dirección al televisor. En las cervecerías, multitudes de jóvenes con las gargantas roncas pese al trasiego de cañas.

La fuente de los Cuatro Caminos no llegó a manar, como en las grandes ocasiones. Un millar de jóvenes decidieron amortizar la inversión de toda una tarde en nervios y cerveza, se subieron por turnos a la fuente y quedaron entre ellos para el próximo viernes.

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