Reportaje:EXCURSIONES - HOZ DE PELEGRINA

Profundo río Dulce

Cada fin de semana, son miles los madrileños que salen de hambrienta estampía hacia los figones de Sigüenza y cruzan el río Dulce, casi a las puertas de la ciudad del Doncel; pero, como la perspectiva del cabrito asado les hace poner los ojos en blanco, raro es el que se percata del hondo barranco que este afluente del Henares ha labrado en los altos páramos alcarreños: una garganta festoneada de alamedas, que es una de las maravillas de la naturaleza española. ¿Significa ello que el río Dulce es un desconocido? Nada de eso. Puede decirse que todo el mundo conoce el río Dulce, incluso quien no...

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Cada fin de semana, son miles los madrileños que salen de hambrienta estampía hacia los figones de Sigüenza y cruzan el río Dulce, casi a las puertas de la ciudad del Doncel; pero, como la perspectiva del cabrito asado les hace poner los ojos en blanco, raro es el que se percata del hondo barranco que este afluente del Henares ha labrado en los altos páramos alcarreños: una garganta festoneada de alamedas, que es una de las maravillas de la naturaleza española. ¿Significa ello que el río Dulce es un desconocido? Nada de eso. Puede decirse que todo el mundo conoce el río Dulce, incluso quien no ha oído nunca hablar de él.Y es que, a mediados de los años setenta, Félix Rodríguez de la Fuente filmó aquí algunos de los capítulos estelares de su Fauna ibérica. ¿Quién podía sospechar que aquellos riscosos escenarios y aquellos cursos de aguas químicamente puras, donde lobos, ginetas, nutrias y águilas parecían vivir en exultante libertad, eran en realidad un barranco acotado en medio de la desolada altiplanicie de Guadalajara? Poco después de la muerte del naturalista, acaecida en marzo de 1980 -ya han pasado 20 años, ¡qué viejos nos hacen los muertos!-, se le dedicó un mirador junto a Pelegrina, en la carretera de Sigüenza a Torresaviñán, que domina a vista de pájaro la hoz que a tantos nos hizo volar con la imaginación a algún valle perdido de Galicia o de los Picos de Europa, estando como está a sólo una hora de Madrid.

La hoz o garganta que el río Dulce atraviesa aguas arriba de Pelegrina es, con mucho, la más espectacular de su curso. Pelegrina, que los que saben de topónimos dicen que significa bella vista, es una aldea-balcón que se asoma al río desde un promontorio coronado por las ruinas de un castillo roquero, donde es fama que veraneaban los obispos de Sigüenza antes de que fuera incendiado por los austriacos y los gabachos durante las guerras de Sucesión e Independencia, respectivamente. El lugar fue donado por el rey Alfonso VII a los prelados segontinos tras su reconquista. De esa época, siglo XII, datan la iglesiuca y su bonita portada románica.

Una pista cerrada al tráfico -primero de cemento y luego de tierra- nos va a permitir bajar al río desde Pelegrina y remontar su curso paseando a la sombra de álamos, fresnos, sauces, cerezos, nogales y formidables paredones de roca caliza. Al cuarto de hora, nada más rebasar unas barbacoas, dejaremos la pista para cruzar el río por un puente de madera. Hecho esto, se nos ofrecerán dos vías alternativas: una vereda que corre cerca de la orilla -la cual reservaremos para el camino de vuelta- y una senda herbosa por la que vamos a ascender suavemente hacia el borde superior de los cortados, disfrutando de una vista del profundo cauce, allá abajo a la izquierda, similar a la que gozan los muchos buitres del lugar.

Como a tres cuartos de hora del inicio, habremos alcanzado la repisa más alta del cañón, que está frente por frente del mirador de Félix Rodríguez de la Fuente. Y poco después nos cortará el paso el escarpadísimo barranco del Gollorio, donde veremos cómo este arroyo tributario del río Dulce se precipita en un salto limpio de 20 metros al fondo de una hoya de paredes más que verticales, desplomadas. Para bajar al pie de la cascada, aprovecharemos una hendidura equipada con dos cadenas, a las que deberemos asirnos con fuerza si no queremos perder la pelleja antes de hora.

La poza donde se estrella el Gollorio, llenando el éter de agua pulverizada, es un lugar precioso, pero muy húmedo, ideal para coger un pasmo, así que habrá que decidir rápidamente cuál de estos tres planes nos conviene para el regreso: 1) volver por donde hemos venido (fácil); 2) descender por la margen izquierda del Gollorio y luego por la misma orilla del río Dulce hasta el puente de madera (complicadillo), o 3) bajar por la margen derecha del Gollorio (vértigo, más cadenas, vado obligado y remojón seguro).

Época de lluvias y de cautela

- Dónde. Pelegrina dista 125 kilómetros de Madrid. El acceso más rápido es por la carretera de Barcelona (N-II), desviándose en el kilómetro 118 (dirección Sigüenza). Hay varios servicios diarios de ferrocarril (Renfe, teléfono 902 24 02 02) entre Madrid y Sigüenza, que queda a siete kilómetros de Pelegrina y ofrece la posibilidad de acercarse en taxi (teléfonos 608 70 80 64, 608 00 80 33 y 608 70 83 56). - Cuándo. Paseo de cinco kilómetros y unas dos horas de duración, con un desnivel acumulado de 120 metros y una dificultad media-baja. No hay mejor momento para admirar la cascada del Gollorio en todo su esplendor que en época de lluvias -en verano se seca-, pero también es el más peligroso para andar por terreno escarpado y resbaladizo, por lo que habrán de extremarse las precauciones.

- Quién. José Luis Rodríguez es el autor de 101 ecorrutas de fin de semana: Castilla y Madrid, guía editada por Planeta, donde se describen varios paseos por las hoces del Dulce. También puede consultarse Andar por cañones y barrancos de Guadalajara (Editorial La Tienda), de José Luis Cepillo, Francisco Ruiz y Juan Madrid.

- Y qué más. Mapas: hojas 22-18 (Sigüenza) del Servicio Geográfico del Ejército, o equivalente (461) del Instituto Geográfico Nacional.

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