Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR

El hermano menor

Nadie duda de que la televisión es el hermano mayor entre los medios de comunicación de masas. El mayor en audiencia. Dicen los que estudian estas cosas que en influencia.Así que el gran hermano, el grande, ha decidido, incluso, ponerse el nombre y salir en antena.

Pero esto es sólo un juego de palabras porque el significado de Gran hermano es otro. Eduardo Haro lo ha explicado muy bién en este periódico (El Espectador), "fue una invención del trotskista Orwell en su novela 1988: personificaba a Stalin o sus sucesores, el comunismo escudriñador y dirigista, capaz de deshumanizar al homb...

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Nadie duda de que la televisión es el hermano mayor entre los medios de comunicación de masas. El mayor en audiencia. Dicen los que estudian estas cosas que en influencia.Así que el gran hermano, el grande, ha decidido, incluso, ponerse el nombre y salir en antena.

Pero esto es sólo un juego de palabras porque el significado de Gran hermano es otro. Eduardo Haro lo ha explicado muy bién en este periódico (El Espectador), "fue una invención del trotskista Orwell en su novela 1988: personificaba a Stalin o sus sucesores, el comunismo escudriñador y dirigista, capaz de deshumanizar al hombre hasta en el centro de su casa".

¿Cuántos de los once millones de espectadores con los que Tele 5 superó, el miércoles, en un millón a los que siguieron la retransmisión del Madrid-Bayern tienen una idea, siquiera aproximada, de Orwell y de su novela?

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Por ahí podría arrancar un largo discurso sobre el contenido del programa y sobre la cualificación de su numerosa audiencia.

El primer paso sería hablar de programa-basura, del papel que la televisión desempeña en los hábitos culturales del espectador, y así hasta el infinito.

No es ésa la competencia del Defensor. Ni personal ni institucionalmente. Pero sí los contenidos del periódico, y resulta que el programa de marras ha merecido páginas y páginas, con información y comentarios.

Por ejempo, el jueves los lectores pudieron saber con un titular a tres columnas que había "tensión" entre los parcipantes en el concurso, y el viernes, cuatro columnas informaban del techo de audiencia que ha establecido Gran hermano y se dedicaba media página a las opiniones de María José Galera, la concursante que ha sido eliminada.

Convertida en personaje público de relieve, hasta merecer un titular, también a cuatro columnas: No soy una manipuladora. Yo no soy la mala.

El hecho, a simple vista, produce una cierta perplejidad. Ya se han publicado cartas de algunos lectores. Se han recibido más y el Defensor sabe que la mayoría rechazan el contenido del programa.

Pero tampoco es ése el objetivo de esta columna. Se trata de preguntarse si tiene justificación que el periódico dedique espacios tan generosos a un producto que, cualquiera que sea la opinión que merezca por su contenido, parece de muy escasa cualificación en opinión de los críticos que habitualmente se pronuncian sobre los programas de televisión.

Con esos precedentes, ¿debe un periódico de calidad -se usa el término en el sentido técnico consagrado internacionalmente- ocuparse con tanta profusión de un espacio televisivo de índole tan denostada?

El Defensor ha pedido la opinión de Eduardo Haro Tecglen, como especialista cualificado.

Su juicio es claro: "Los periódicos no provocan la audiencia, sino que siguen a la audiencia. Es algo que está en la vida pública, en la opinión pública. No podemos estar al margen de lo que hace la gente, de lo que decide el país".

Haro rechaza el calificativo de basura para cualquier programa de televisión y para cualquier manifestación cultural: "La basura es un desecho; no hay por qué denigrar las cosas".

Desde su punto de vista, se habla de Gran hermano como se hace de Elian, el niño balsero, o, en otro ámbito, del terrorismo, aunque se esté en radical desacuerdo.

La duda del Defensor es si, efectivamente, el periódico no fomenta la audiencia con una dedicación tan amplia al programa. Si no sería más razonable minimizar la información, a despecho del seguidismo que el espectáculo provoque.

Lo que queda claro es que, frente a la televisión, el periódismo escrito parece abdicar de cualquier consideración jerárquica o selectiva. Allí mandan las audiencias, y aquí, en la galaxia Gutenberg, el periódico se pliega a un hecho con apariencia de incontestable. Gran hermano ha podido demostrar que, en este sentido, la prensa escrita tiene algo de hermano menor. El grande, el mayor, impone su ley. Once millones de espectadores avasallan. Es el triunfo de la realidad. De María José. De la cantidad.

Un triste suceso

El sábado día 29, en el cuadernillo local de Madrid, se informaba de la detención de los dos ocupantes de un coche que atropellaron y causaron la muerte a Cristina Aldama Orozco, de 35 años.

En el texto se empleaba varias veces la expresión "la chica" para referirse a la víctima.

Joaquín Turina Gómez se ha dirigido al Defensor para protestar por el uso de esa palabra. Es verdad que el diccionario de la Academia define chico- chica como "hombre o mujer, sin especificar la edad, cuando ésta no es muy avanzada". En ese sentido sería correcto, pero lo cierto es que el propio diccionario añade que el término, en el lenguaje coloquial, se emplea para dar "un tratamiento de confianza dirigido a personas de la misma edad o más jóvenes". Este mismo sentido de familiaridad se recalca en el María Moliner.

No parece que ningún redactor pueda establecer lazos de familiaridad entre la víctima y los lectores.

Turina Gómez protesta también, y con toda razón, porque, además, en la noticia se afirmaba que "amigos" de la mujer muerta aseguraron que su madre también falleció a consecuencia de un accidente de tráfico. Algo que, afortunadamente, no es cierto y que, lamentablemente, se incluyó sin mayores comprobaciones y con falta de rigor.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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