Cartas al director

Una banda sonora nada original

Esta carta tiene como propósito anunciarles dos noticias. Una buena y otra mala. La primera es la constatación de que en Madrid aún se puede disfrutar del viejo placer de ir al cine. Sobreviven a la piqueta o a la tentación de negocios más rentables antiguas salas, espaciosos locales donde la pantalla ocupa todo el horizonte, las butacas son razonablemente confortables y los acomodadores uniformados mantienen vivo el viejo rito de la bienvenida y la propina.Uno de esos cines está al principio de la calle de Goya, justo enfrente de la plaza de Colón. Por conservar el pasado hasta mantiene en su...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Esta carta tiene como propósito anunciarles dos noticias. Una buena y otra mala. La primera es la constatación de que en Madrid aún se puede disfrutar del viejo placer de ir al cine. Sobreviven a la piqueta o a la tentación de negocios más rentables antiguas salas, espaciosos locales donde la pantalla ocupa todo el horizonte, las butacas son razonablemente confortables y los acomodadores uniformados mantienen vivo el viejo rito de la bienvenida y la propina.Uno de esos cines está al principio de la calle de Goya, justo enfrente de la plaza de Colón. Por conservar el pasado hasta mantiene en su frontal uno de esos carteles gigantes, pintados a mano, publicidad de artesanía, donde, junto al título de la película, aparecen los rostros de los protagonistas y la colección de galardones obtenidos.

Pues bien (y aquí viene la mala noticia), nada más tomar asiento, una advierte que todo no es tan idílico. De fondo, como el sonido de la mala conciencia, se escucha el chimpún machacón de una música cercana. ¿De dónde vendrá? ¿Alguien se habrá dejado el walkman encendido? ¿Será un fallo de la banda original? No, desgraciadamente, la realidad suele ser mucho menos original.

Resulta que junto al cine, puerta con puerta, abre diariamente -salvo el lunes-, y en horario ininterrumpido de siete de la tarde a cinco de la madrugada -¡ahí es nada!-, una sala de fiestas.

Es la música de la discoteca, distorsionada por los tabiques, la que enturbia, ensucia, estropea groseramente el discurrir de las películas.

En la pantalla aparece, por ejemplo, Michael Caine deseando un buen sueño a sus pupilos de Las normas de la casa de la sidra: "Príncipes de Main, reyes de Nueva Inglaterra...". Chimpún, chimpún, chimpún.

Si quieren un consejo de una espectadora martirizada por un chimpún de hora y media: sólo vayan a ese cine los lunes por la tarde. ¡Es el único día que cierra la discoteca!-

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En