Tribuna:

Traficantes

Me permito introducir lo que sigue con un par de definiciones del Diccionario de uso del español, de María Moliner, que tanto nos ha acompañado y que ya empieza a ser discutido:Traficante: se aplica al que trafica; tiene frecuentemente sentido peyorativo. Traficar: negociar, comerciar; se emplea más bien como referencia al comercio realizado irregularmente, no en tienda o establecimiento. Hacer indebidamente negocio de cierta cosa.

Siguen vigentes tales acepciones. Podemos relacionar una serie de ejemplos fáciles para ilustrar las voces anteriores: traficantes de drogas, traficantes...

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Me permito introducir lo que sigue con un par de definiciones del Diccionario de uso del español, de María Moliner, que tanto nos ha acompañado y que ya empieza a ser discutido:Traficante: se aplica al que trafica; tiene frecuentemente sentido peyorativo. Traficar: negociar, comerciar; se emplea más bien como referencia al comercio realizado irregularmente, no en tienda o establecimiento. Hacer indebidamente negocio de cierta cosa.

Siguen vigentes tales acepciones. Podemos relacionar una serie de ejemplos fáciles para ilustrar las voces anteriores: traficantes de drogas, traficantes de armas, traficantes de órganos, traficantes de esclavos, traficantes de influencias. Tráficos obvios sobre cuya "irregular realización" habría mucho que aclarar, pues "traficante" tiene con frecuencia un sentido peyorativo, y lo curioso (por dejar la indignación en mero asombro) es que tal sentido suele ser otorgado, precisamente, por unos poderes que antes llamaban fácticos y que ahora, se me ocurre, podríamos llamar accionistas.

El caso es que leo en un periódico un pequeño reportaje sobre librerías alternativas, críticas, comprometidas, utópicas, y me acerco a la que se encuentra en la calle de Hortaleza, 19; se llama Traficantes de Sueños. Me cuesta llegar a ellos porque, como dando a medias la razón a la centenaria María Moliner, estos libreros realizan su comercio no exactamente en tienda o establecimiento, sino en un primer piso con portero automático. Me reciben en lo que ellos llaman "espacio para el encuentro y la difusión del pensamiento crítico". Hojeo por encima sus libros, revistas y fancines y charlo un rato con el chico que me atiende y con un "familiar jubilado" que copia a lápiz el retrato de Tolstói de un ejemplar de escritores rusos. Me cuentan que es una librería asociativa y asamblearia, que vive de sus socios, que organiza jornadas sobre los situacionistas o sobre el concepto de trabajo y que publica textos sobre, por ejemplo, "la experiencia poética de la realidad". Veo títulos sobre anarquismo, autogestión, feminismo, globalización, insumisión, literaturas periféricas. Hay novelas y poesía y poesía para niños.

Han elegido un buen nombre, Traficantes de Sueños (hacer indebidamente negocio de cierta cosa). Los sueños son "cierta cosa", ciertamente. La naturaleza de los sueños es esencialmente "indebida", por lo que su negocio es una suerte de tráfico. Son los no resignados, ciertamente, los traficantes y consumidores de sueños. E inmersos en este gran aparato mundial que vela sin descanso por esos sus intereses, sin límite geográfico o moral; en la vigilia de este imperio global en cuyo virtual tiempo ya y de nuevo no se pone el sol, los soñadores apelan al pensamiento, a la justicia, a la lírica. A ésas nuestras ciertas cosas. Saben que los modernos accionistas de lo otro, aquellos antiguos fácticos, llamarían traficantes a estos soñadores, en ese sentido peyorativo con el que tanto gustan de ocultarse los hipócritas. Yo, sin embargo, encontré su negocio debido y luminoso. En los escasos minutos en los que estuve con ellos, me hablaron de la necesidad de seguir formando (cabezas, que no filas) de su intención de persistir y de cómo su escueta librería es fruto del convencimiento de que la letra impresa sigue siendo vehículo de ideas; o sea, de libertad, creo entender.

Me contaron, como ejemplo, la historia de Juanito, un macarrilla de Entrevías que empezó a ir por allí, supongo que a través de su vinculación con movimientos insurrectos, insumisos, okupas. Juanito no había leído un libro en su vida y es probable que creyera que ni falta que le hacía. Traficantes de Sueños empezó a pasarle material, pequeñas dosis de literatura, hasta conseguir hacer de él un auténtico adicto. Hoy día, Juanito, el macarrilla iletrado de Entrevías, se lee hasta los mayores tochos del indebido establecimiento. Me temo que se debe a que los irregulares comerciantes han traficado con sueños, que es producto posible que a Juanito podía interesar, y no con lo que comercian los traficantes regulares de cualquier multinacional (si es que este término no es ya obsoleto). Un eficaz programa de fomento de la lectura que los traficantes institucionales debieran observar.

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