Tribuna:

Mudanza

Lo ocurrido en las elecciones regionales de Italia es el segundo aviso. La derecha se recompone y puede ir reconquistando posiciones en una Europa que hasta hoy mismo tiene la presencia hegemónica de la izquierda socialdemócrata aliada con verdes y comunistas. ¿Dónde están las causas de que líderes tan diferentes como Aznar o Berlusconi puedan aglutinar en su entorno a todo el espectro del centro-derecha? El no saberlo les ha costado el puesto a Almunia y a D'Alema.Antes ya estaban agotados los sistemas políticos basados en ese concepto tan malsonante llamado "hiperliderazgo", que no es sino u...

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Lo ocurrido en las elecciones regionales de Italia es el segundo aviso. La derecha se recompone y puede ir reconquistando posiciones en una Europa que hasta hoy mismo tiene la presencia hegemónica de la izquierda socialdemócrata aliada con verdes y comunistas. ¿Dónde están las causas de que líderes tan diferentes como Aznar o Berlusconi puedan aglutinar en su entorno a todo el espectro del centro-derecha? El no saberlo les ha costado el puesto a Almunia y a D'Alema.Antes ya estaban agotados los sistemas políticos basados en ese concepto tan malsonante llamado "hiperliderazgo", que no es sino una forma cursi de llamar a los dirigentes carismáticos o personalistas. Felipe González, por un lado, y Julio Anguita por la otra orilla, no eran sino la personalización de ese modo de partido basado en un líder que concentra la mayoría de las intervenciones y expresiones de la política. Ambos ya están fuera de la actualidad, pero todavía no sabemos qué recambio nos preparan sus partidos.

En algunas plataformas previas al congreso del PSOE se plantean las primarias como instrumento decisivo para la elección de sus líderes, incluido el secretario general, y limitaciones estatutarias a los mandatos. En IU de Andalucía anuncian otra "revolución política" -ya tuvimos la de Teófila- para propiciar una profunda renovación de dirigentes. Todo apunta a tiempos de cambio, de mudanza, y eso es bueno en principio. Pero al final lo que valen son los resultados y los hechos. Veremos en 2001 cuál ha sido el alcance de tanta revolución y tanto discurso renovador.

Además de refrenar las tentaciones de futuros hiperlíderes los militantes de los partidos deberían colaborar para aligerar también el megapartido, palabreja que designaría a los partidos clientelares, basados en relaciones de padronazgo sobre los diversos grupos sociales. La corta historia de los partidos políticos nos muestra que los que pertenecen a la cultura de la izquierda casi nunca han ganado la batalla imitando las formas de los partidos conservadores. A los Berlusconi y otros bichos televisivos se les gana desde el activismo cultural y educativo.

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