Tribuna:

Desmemoriados

EDUARDO URIARTE ROMERO

Las resoluciones sobre la autodeterminación aprobadas en el Congreso de las Juventudes Socialistas demuestran que las palabras de Ibarretxe no fueron clamadas en el desierto. A pesar de que el día anterior el PSE marcara distancia con el Gobierno, sus juventudes se les escaparon con el discurso actual del nacionalismo, lo que demuestra que en el seno del PSE no se pierde mucho el tiempo hablando de política.

Es verdad que si se viste con los ropajes de la paz social el proceso de autodeterminación, o su prolegómeno, la realización de una consulta popular pa...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

EDUARDO URIARTE ROMERO

Las resoluciones sobre la autodeterminación aprobadas en el Congreso de las Juventudes Socialistas demuestran que las palabras de Ibarretxe no fueron clamadas en el desierto. A pesar de que el día anterior el PSE marcara distancia con el Gobierno, sus juventudes se les escaparon con el discurso actual del nacionalismo, lo que demuestra que en el seno del PSE no se pierde mucho el tiempo hablando de política.

Es verdad que si se viste con los ropajes de la paz social el proceso de autodeterminación, o su prolegómeno, la realización de una consulta popular para ver si se abre ese proceso, puede resultar atractivo. Pero raro es el caso en el que dicho mecanismo tan radical no haya provocado el efecto contrario. Los publicistas del derecho de autodeterminación debieran exponernos en cuantas ocasiones la fórmula ha resultado beneficiosa. En general, su simple enunciado arma a la sociedad en dos facciones. En Euskadi el efecto ya se observa, y, además, ya existe un pequeño sector que ejerce la violencia armada, y otro mayor que la anima.

Un proceso de autodeterminación no genera mecánicamente un proceso de paz, ni de cohesión social ni de normalización política. De hecho, supone el fracaso de la cohesión, porque una parte de la sociedad tiene que romper con la otra en un momento determinado, evitando los procedimientos de consenso y las dinámicas progresivas de acuerdos. La autodeterminación es el reconocimiento del fracaso de una comunidad política, implica la victoria, la supremacía, la hegemonía del nacionalismo como concepción sobre otras opciones políticas y culturales. Que el país será de una única manera y no del sumatorio de varias. Que la nación solo será para unos, maniquea, agresiva, es decir, no será nación, ni comunidad política.

En las Cortes Constituyentes, allá a finales de los sesenta, quizá el momento más adecuado para proponer el derecho de autodeterminación, el diputado de Euskadiko Ezkerra formuló en el Congreso de los Diputados una enmienda defendiéndolo. Fue observado como un bicho raro, incluido por el PNV, que prefirió introducir la disposición adicional. "...la Constitución ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales...", que meterse en el lides rupturistas.

Nadie pensó en la autodeterminación, el diputado de EE se quedó más sólo que la una, hasta que hace pocos meses tanto el PNV como EH empezaron a enarbolarla. En el caso del PNV en contradición con todo el trabajo y proceso anterior, porque nadie que hubiera pensado con el tiempo en esgrimirla hubiera peleado tanto en constituir un Estatuto de Autonomía de corte interno tan confederal, con un Parlamento vasco tan desequilibradamente compuesto a través del mismo número de escaños por provincia, y con una ley fundamental de su desarrollo, Ley de Territorios Históricos, tan confederal, tan foralista, y tan provincialista. Nadie, y EE según avanzaba el Estatuto se iba olvidando de él, había pensado en formular con los años el derecho de autodeterminación. Pero en Euskadi vivimos a base de caprichosas sorpresas, porque la traída "territorialidad" ahora planteada por los nacionalistas choca de plano con todo el entramado confederal que el PNV ha ido forjando, además en solitario, durante estos veinte años.

Algunos sabios del lugar, que alguno hay, han buceado en la profundización del autogobierno vía título octavo de la Constitución, y la disposición adicional antes citada, en ocasiones aludiendo a un proceso federalista asimétrico, fiados en la posibilidad de este camino porque prolonga lo previo y no rompe con nada. Pero en contradición con el esfuerzo de estos veinte años, se erige la autodeterminación, precisamente porque no es factible, sólo para crispar a la sociedad ante una decisión de dimensión trágica.

Y como lo imposible es imposible, y el Gobierno vasco se ha comprometido en una apuesta sin posibilidades, su crisis se ha manifestado ya. Difícil situación la que se avecina, ganada a pulso por los que más responsabilidad institucional han tenido, donde los muros alzados entre las fuerzas democráticas, a raíz de que ETA entrara en escena a través de Lizarra y EH se convirtiera en el cancerbero del Gobierno Ibarretxe, hacen muy complicada la salida política. Y ved, jóvenes socialistas, como acaba la aventura "soberanista".

Archivado En