Un mandato presidencial de siete años

Un grupo de astrólogos de San Petersburgo advierte por Internet (www.astrologer.ru) de que el presidente ruso en funciones Vladímir Putin, de 47 años, un libra con Júpiter negativo y una conexión peligrosa entre el Sol y Saturno, puede suponer un "factor desestabilizador en la presidencia", y pronostica que, aunque llegue al Kremlin, no seguirá allí mucho tiempo. Su intención, sin embargo, es no salir antes de 11 años de la fortaleza que simboliza el poder en Rusia. Al menos, se ha mostrado partidario de que, antes de las elecciones del 2004, se apruebe una enmienda a la Constitución que alarg...

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Un grupo de astrólogos de San Petersburgo advierte por Internet (www.astrologer.ru) de que el presidente ruso en funciones Vladímir Putin, de 47 años, un libra con Júpiter negativo y una conexión peligrosa entre el Sol y Saturno, puede suponer un "factor desestabilizador en la presidencia", y pronostica que, aunque llegue al Kremlin, no seguirá allí mucho tiempo. Su intención, sin embargo, es no salir antes de 11 años de la fortaleza que simboliza el poder en Rusia. Al menos, se ha mostrado partidario de que, antes de las elecciones del 2004, se apruebe una enmienda a la Constitución que alargue hasta siete años el mandato presidencial. Eso demuestra su apuesta por una presidencia fuerte y que no está por la labor de reequilibrar poderes en favor del Parlamento.

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Ése ha sido, tal vez, el anuncio más significativo que ha efectuado Putin en las últimas semanas, en las que también ha prometido mejorar las pensiones (que ahora apenas alcanzan, como media, las 4.000 pesetas mensuales), salvar la estación espacial Mir (una reliquia del glorioso pasado de superpotencia) y considerar la convocatoria de un referéndum sobre la privatización de la tierra, la gran patata caliente de la transición salvaje del comunismo al capitalismo.

En una entrevista concedida a la BBC (la televisión estatal británica), el presidente interino ruso aseguró que no excluía la posibilidad de que Rusia pudiera entrar algún día en la OTAN, siempre que la Alianza (con la que ahora se restañan las heridas causadas por la crisis de Kosovo) trate a su antiguo enemigo de igual a igual.

Pese a que los comunistas se le lanzaron a la yugular por lo que consideraron poco menos que una traición (el propio presidente interino matizó luego sus palabras), el asunto apenas si ha tenido repercusión en la campaña, que entra en su última fase dando la impresión de que nada (ni siquiera algunas malas noticias de Chechenia) puede evitar que culmine con la elección de Putin.

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