Tribuna:

El trauma del puente

Jose Maria Pedroto, el entrenador más emblemático del fútbol portugués, acostumbraba a decir que el Oporto empezaba a perder en cuanto atravesaba el puente sobre el río Duero. Estábamos en la década de los 70 y el ya desaparecido técnico, más que reconocer los complejos de inferioridad de su equipo, pretendía decir que le bastaba al Oporto salir de los límites de su ciudad en dirección a Lisboa para empezar a pagar la condición de club regional en los partidos con los todopoderosos Benfica y Sporting.La revolución democrática de abril de 1974 cambió todo en Portugal, incluido el fútbol. Una es...

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Jose Maria Pedroto, el entrenador más emblemático del fútbol portugués, acostumbraba a decir que el Oporto empezaba a perder en cuanto atravesaba el puente sobre el río Duero. Estábamos en la década de los 70 y el ya desaparecido técnico, más que reconocer los complejos de inferioridad de su equipo, pretendía decir que le bastaba al Oporto salir de los límites de su ciudad en dirección a Lisboa para empezar a pagar la condición de club regional en los partidos con los todopoderosos Benfica y Sporting.La revolución democrática de abril de 1974 cambió todo en Portugal, incluido el fútbol. Una estrategia de enfrentamiento con los órganos que regían el fútbol portugués permitió al Oporto ganar la Liga en 1978 interrumpiendo una serie de 19 años sin victorias. El gran aliado de Pedroto en esa embestida contra el poder político-deportivo de la capital fue Pinto da Costa que hoy, a los 61 años, comparte la butaca de la presidencia del equipo y la sociedad anónima del club. Fue bajo su dirección cuando el Oporto ganó la Copa de Europa en 1987 (el entrenador era Artur Jorge y el argelino Rabah Madjer entró en la historia con el célebre gol de tacón que humilló a los alemanes del Bayern en Viena), la Supercopa de Eurocopa y la Intercontinental. Y en la última década fue en gran parte por su fuerte liderazgo que el Oporto conquistó siete Ligas, cinco de ellas en los últimos cinco años, algo que nadie nunca ha conseguido hasta ahora en Portugal.

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Si el Barça es más que un club, del Oporto se dice que es una nación. Pinto da Costa defendió durante mucho tiempo que el club no era un banco para estar preocupado por los pasivos ya que la supervivencia financiera estaba asegurada por la presencia en la Liga de Campeones y por la promoción y venta al extranjero de los mejores jugadores. Fue así como se marcharon Rui Barros (Juventus), Futre (Atlético de Madrid), Fernando Couto (Parma), Vítor Baía (Barça), Domingos (Tenerife), Sérgio Conceição (Lazio) y Zahovic (Olympiakos), todos ellos récord de traspaso en el fútbol portugués. Pero la venta de los mejores activos dio otra alma a la entidad y Pinto da Costa volvió a sorprender cuando, después de 18 años al frente del club, fue capaz de liderar la creación de una sociedad deportiva cuyas acciones aún hace dos días lideraron el volumen de transacciones de la bolsa de valores de Lisboa. Una buena parte de la transformación del club, a todos los niveles, tuvo como principal artífice al administrador Angelino Ferreira, un antiguo corredor de bolsa, que dio al Oporto una fuerza sin parangón en el fútbol y en la mayoría de deportes en Portugal en pasadas épocas -campeón de fútbol, baloncesto, balonmano, hockey patines y natación, o sea, en todas las modalidades colectivas-. Y ahora se prepara para impulsar un proyecto inmobiliario en los aledaños de su estadio, en Antas, por valor de más de 60 millones de contos -unos 50.000 millones de pesetas-, 18 de los cuales son para erigir un nuevo estadio que servirá de escaparate de la Eurocopa de 2004.

Hay rasgos comunes que hacen que los portugueses se reflejen un poco en el pueblo catalán, principalmente en la capacidad que éste tiene para emanciparse del centralismo madrileño. Esa es una lucha que el Oporto continúa manteniendo y muchas veces perdiendo en relación a Lisboa, razón por la que para quien es portista (aficionado al Oporto), mucho más que para un portuense (natural de la ciudad) una victoria de su club sobre uno de los rivales de Lisboa le dé, tal vez, aún más placer que el que le produce a un catalán un triunfo del Barça sobre el Madrid. Pero sigue faltando en una ciudad como Oporto el poder económico y político que tiene Barcelona para que el Oporto, también centenario, pueda convertirse en un coloso como el Barça...

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