Tribuna:

Apaga y lee

MIGUEL ÁNGEL VILLENA

Subió al estrado y al comenzar su breve parlamento sacó del bolsillo de la cazadora un mando a distancia. "La mejor solución para la televisión es apagarla con un mando a distancia como éste y leer un libro, por ejemplo", vino a decir Manuel Molins. El dramaturgo y actor escenificaba así, fiel a su profesión teatral, su opinión sobre la televisión valenciana durante la presentación el pasado viernes de un ensayo-reportaje escrito por varios periodistas vinculados a Canal 9 y editado por 3 i 4. Inconscientemente o a sabiendas, tanto da, Manuel Molins volvía a encende...

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MIGUEL ÁNGEL VILLENA

Subió al estrado y al comenzar su breve parlamento sacó del bolsillo de la cazadora un mando a distancia. "La mejor solución para la televisión es apagarla con un mando a distancia como éste y leer un libro, por ejemplo", vino a decir Manuel Molins. El dramaturgo y actor escenificaba así, fiel a su profesión teatral, su opinión sobre la televisión valenciana durante la presentación el pasado viernes de un ensayo-reportaje escrito por varios periodistas vinculados a Canal 9 y editado por 3 i 4. Inconscientemente o a sabiendas, tanto da, Manuel Molins volvía a encender aquellas viejas antorchas de proponer la literatura u otros placeres culturales como alternativa a las basuras que lanzan las pantallas. La ocurrencia pública del teatrero fue muy celebrada por la concurrencia y resultó muy oportuna en unos momentos en que los estudios más solventes recalcan que la mitad de los españoles no lee ningún libro. La miseria intelectual no se reduce a la literatura, ya que un reciente informe sobre consumo cultural encargado por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) revela que el 50% de ciudadanos de este país no frecuenta las salas de cine, mientras el 75% de la población jamás asiste a una representación teatral y más del 90% nunca ha escuchado en directo una ópera o un concierto de música clásica.

Las cifras adquieren unas proporciones deprimentes, pero más desalentadora resulta la ausencia de debate sobre esta radiografía de una escuálida cultura. No cabe duda de que la educación se ha generalizado y de que la oferta cultural ha aumentado en cantidad y se ha extendido por ciudades y pueblos a lo largo de los últimos años. Ahora bien, como señalan algunos expertos, este país todavía no había salido del túnel de una dictadura cuando el mundo audiovisual ya lo comenzaba a invadir todo. Mientras otros países europeos convertían la cultura en un hábito cotidiano, aquí funcionaban listas de libros o películas prohibidas. Después llegamos ya tarde. Aunque suene a romanticismo trasnochado, volvamos a proponer como Molins aquello de apague y lea.

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