Regreso trágico al Calderón

El destino le deparó un segundo asalto trágico a Miguel Ángel Benítez en el Calderón. El rápido delantero, que nació en la ciudad paraguaya de Santísima Trinidad, tuvo mala suerte durante su estancia en el Atlético, entre 1993 y 1995. Cuando se marchó a triunfar a Barcelona, antes de pasar por Mérida, no imaginó que la suerte le guardaba un regreso terrorífico al Calderón. Allí había pasado dos temporadas sumido en la confusión. Vivió mareado por la voracidad de Gil, que cambió seis veces de entrenador en dos temporadas, desde Romero a Aguiar pasando por Maturana, Basile, Ovejero y D'Alessandr...

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El destino le deparó un segundo asalto trágico a Miguel Ángel Benítez en el Calderón. El rápido delantero, que nació en la ciudad paraguaya de Santísima Trinidad, tuvo mala suerte durante su estancia en el Atlético, entre 1993 y 1995. Cuando se marchó a triunfar a Barcelona, antes de pasar por Mérida, no imaginó que la suerte le guardaba un regreso terrorífico al Calderón. Allí había pasado dos temporadas sumido en la confusión. Vivió mareado por la voracidad de Gil, que cambió seis veces de entrenador en dos temporadas, desde Romero a Aguiar pasando por Maturana, Basile, Ovejero y D'Alessandro.No tenía casa propia y vivía en una residencia arrendada por el club, desde donde se escapaba a comer a casa de algún amigo. Entonces entró en acción el entrenador paraguayo y ex jugador de relieve Lobo Diarte, que le había descubierto en su país cuando jugaba en el Recoleta, con 16 años, importándole al Calpe de Valencia y luego intermediando en su traspaso al Atlético.

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Lobo decidió salvar a su pupilo traspasándole al Mérida y de allí al Espanyol. Ayer, Diarte recordó con amargura aquella etapa: "En el Atlético los cambios no le favorecieron porque algunos entrenadores no le conocían".

En Madrid jugó diez partidos en dos años. No marcó nunca. En el Espanyol disputó 139, y anotó 28 goles. Tenía contrato hasta el 2002 y esperaba negociar uno nuevo en breve, pero el destino le aguardaba con otra mala sorpresa en el Vicente Calderón.

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