Tribuna:

Retales Expo

Lo que pasó en Sevilla después de Expo 92 es un ejemplo acabado de ese sabio aforismo de la publicidad que dice que cuando se le encarga a una comisión que pinte un caballo, inevitablemente sale un camello. Así, lleno de jorobas por todas partes, de tanto tirar cada cual para su lado, quedó el maravilloso recinto de la muestra universal. La empresa Agesa, controlada ahora por el PP, y encargada de gestionar el patrimonio estatal de la Expo, se ha convertido en un mero agente burocrático obsesionado con un objetivo imposible: recuperar el dinero invertido. Isla Mágica, la empresa de ocio, ha id...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Lo que pasó en Sevilla después de Expo 92 es un ejemplo acabado de ese sabio aforismo de la publicidad que dice que cuando se le encarga a una comisión que pinte un caballo, inevitablemente sale un camello. Así, lleno de jorobas por todas partes, de tanto tirar cada cual para su lado, quedó el maravilloso recinto de la muestra universal. La empresa Agesa, controlada ahora por el PP, y encargada de gestionar el patrimonio estatal de la Expo, se ha convertido en un mero agente burocrático obsesionado con un objetivo imposible: recuperar el dinero invertido. Isla Mágica, la empresa de ocio, ha ido rebotando entre mil modelos diferentes del quiero y no puedo, y ahora hay que echarle un salvavidas urgente. Una iniciativa popular, bajo la rúbrica de Naturalia XXI, trata de salvar de la ruina -o de los predadores-, otros espacios, como el espléndido jardín tropical americano, el Pabellón del Futuro, el canal de la Navegación, etcétera. En algún lugar reposan embalados, o cubriéndose de polvo, un planetario -costosísimo-, varias películas científicas de Moncho Armendáriz -que casi nadie ha visto-, más otros muchos elementos con los que se podría iniciar ya ese Museo de la Ciencia que la ciudad está pidiendo a gritos. O un Museo de la Expo, reuniendo otras muchas cosas que andan por ahí sin dueño conocido. La zona de empresas avanzadas tampoco acaba de despegar, y allí se ha colado todo el que ha podido. Las instalaciones universitarias, escasas, lejanas y mal dotadas. Y así, un poco de todo y un mucho de nada. Un auténtico camello. Es obvio que se necesita un solo ente coordinador y una sola voluntad política, que no puede descansar más que en un sitio: el Ayuntamiento de la ciudad. A ello van dirigidos los esfuerzos de Sánchez Monteseirín -falta hará que le dejen- en su intento por controlar los activos de Cartuja 93, de quitar tensión en el accionariado de Isla Mágica y de hacer viable Puerto Triana. Algún fruto empieza a dar, con el desbloqueo político en favor de esto último. También le ha dicho a Agesa que los cinco mil millones que va a ingresar por la venta de suelo, previamente permutado a la Junta, para ese mismo proyecto, son de los sevillanos y no del señor Rato. Que no se equivoque. Y que los debe reinvertir en frenar los múltiples deterioros que hay en La Cartuja -porque es su obligación- o en algún proyecto emblemático del recinto. Por qué no el Museo de la Ciencia.Desde estas páginas hemos criticado con dureza otras aventuras realmente peligrosas y especulativas, como el llamado Proyecto Tablada. Pero igual que se dice lo uno hay que decir lo otro. En lo que se refiere a Puerto Triana, esta vez estamos en suelo urbano y el modelo que se propone tiene cierta coherencia. Gustará más, gustará menos, ésa es otra cuestión. Pero están en juego una inversión de 21.680 millones y 1.500 empleos directos. Como en Isla Mágica están en peligro sus 725 trabajadores. Curiosamente, en los dos puntos críticos tienen mucho que decir las dos cajas de ahorro de Sevilla. Una oportunidad de oro para restaurar la mala imagen que dejaron con lo de Tablada, y de desarrollar, más allá de conciertos y exposiciones, la verdadera función social y económica que se les reclama. Ya veremos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En