De Madrid, el estratocúmulo: la nube que más abunda en la capital tiene la base lisa, la altura rugosa y carece de lluvia

El calendario meteorológico difundido ayer por el Instituto Nacional de Meteorología, enclavado en el área de la Ciudad Universitaria, brinda una buena ocasión para averiguar un rasgo más de la personalidad de Madrid. Los castizos ya lo tienen a su disposición para incorporarlo a su repertorio: es el estratocúmulo. Se trata de la nube generalmente más abundante sobre el cielo de la ciudad. Como tal, se caracteriza por tener la base lisa y horizontal, mientras que su altura es rugosa; a veces, dispuesta en forma de rollos translúcidos; otras, recortada y, en raras ocasiones, rematada por protub...

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El calendario meteorológico difundido ayer por el Instituto Nacional de Meteorología, enclavado en el área de la Ciudad Universitaria, brinda una buena ocasión para averiguar un rasgo más de la personalidad de Madrid. Los castizos ya lo tienen a su disposición para incorporarlo a su repertorio: es el estratocúmulo. Se trata de la nube generalmente más abundante sobre el cielo de la ciudad. Como tal, se caracteriza por tener la base lisa y horizontal, mientras que su altura es rugosa; a veces, dispuesta en forma de rollos translúcidos; otras, recortada y, en raras ocasiones, rematada por protuberancias a modo de yunques. Se sitúa entre 600 y 900 metros. Para hacerse una idea del agua que cobijan, una nube del tipo cúmulo, ésa de forma algodonosa, de ribetes recortados, si abarca una superficie de un kilómetro cuadrado y cuenta con un desarrollo vertical de hasta dos kilómetros de altura, pesa las 1.000 toneladas de agua que traslada.Para chasco de los castizos, los estratocúmulos no duran todo el día: evolucionan según las horas. Son efímeros. No son nubes de lluvia. Se sabe que en su seno albergan entre 300 y 500 gotitas de agua muy fría, líquida, por cada centímetro cúbico de superficie. Las gotitas no se mezclan entre sí. Y, si lo hacen, han de mediar cambios de temperatura o fuertes corrientes de aire. El tópico del vapor de agua como componente de las nubes hay que desterrarlo, según dicen los meteorólogos.

Madrid tiene otra característica propia que determina igualmente la composición nubosa de sus cielos. Se trata de la sierra. Una cadena montañosa como ésta provoca en las masas de aire un efecto que tiene consecuencias sobre sus nubes. Las obliga a subir. Es un proceso que los meteorólogos denominan ascensión forzada. Las masas de aire que envuelven Madrid se ven empujadas habitualmente por vientos del Norte y del Suroeste, concretamente de Extremadura. Su fuerza desplaza las nubes. Una vez arriba, las gotitas que las integran se condensan y surge la precipitación en forma de lluvia.

La zona más lluviosa de la Comunidad de Madrid se sitúa en torno a San Lorenzo de El Escorial. Si la pluviosidad anual media de la Comunidad de Madrid fue el año pasado de 456 litros por metro cuadrado, en este pequeño enclave serrano se sitúa en torno a los 1.000 litros anuales, algo más del doble. La capital registra valores intermedios, inferiores a los escurialenses; hay además una banda al sur de la Comunidad donde la pluviosidad es menor. Los días son, pues, más soleados en esta área. Las horas de sol se miden en octavos de cielo cubierto. Para los meteorólogos, ocho octavos componen un día cubierto; cuatro, semicubierto, y los soleados del todo, cero octavos, claro. Aunque no siempre la cobertura celeste dura todo el día. Noviembre fue en 1999 el mes más encapotado, con seis octavos y 70 horas de sol, frente julio, casi despejado, con un octavo y 367 horas soleadas. El cielo de Madrid no es, pues, metafísico. Se mueve.

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