Antonio Romero, un candidato tertuliano y de frases redondas

A Antonio Romero le han hecho famoso la televisión y la radio. Con una inclinación hacia los dichos populares aún mayor que su adversario andalucista Antonio Ortega, ha destacado por la destreza para convertir los chistes y ocurrencias en titulares. Pero el exceso de gracietas en antena y agencias de prensa ha jugado también en su contra. Muchas veces el salto olímpico de la barrera de lo sensato se ha traducido en una imagen de político insustancial y populista que le critican hasta sus más seguros mentores. Como el secretario general del PCA, Felipe Alcaraz, quien al presentarlo en la última...

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A Antonio Romero le han hecho famoso la televisión y la radio. Con una inclinación hacia los dichos populares aún mayor que su adversario andalucista Antonio Ortega, ha destacado por la destreza para convertir los chistes y ocurrencias en titulares. Pero el exceso de gracietas en antena y agencias de prensa ha jugado también en su contra. Muchas veces el salto olímpico de la barrera de lo sensato se ha traducido en una imagen de político insustancial y populista que le critican hasta sus más seguros mentores. Como el secretario general del PCA, Felipe Alcaraz, quien al presentarlo en la última asamblea regional para ser elegido candidato a la Junta y coordinador le recriminó en tono cariñoso: "A veces se pasa con los chistes, pero es un hombre de proyecto".De origen agrícola, hijo de jornaleros de Humilladero (Málaga), desde que superó la mayoría de edad vive de la política: primero como liberado de CC OO del Campo, después del PCA, hasta llegar a formar parte de las comisiones técnicas y aereo espacial de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y ser portavoz de las de Defensa y RTVE del Congreso. Es aquí donde alcanzó el estrellato mediático, presto siempre a desgranar su abultada antología de frases redondas. Una trayectoria parecida a la de su mayor contrincante política, la alcaldesa malagueña Celia Villalobos, también forjada en tertulias del mundo del espectáculo.

Su rivalidad con Villalobos al aterrizar en la política andaluza como concejal de Málaga, sin que llegara a fraguar un pacto con los socialistas para asumir la alcaldía en 1995, ha sido su mayor frustración profesional. Aún no reconoce la derrota y se declara "alcalde moral" y victorioso, con el paradójico argumento de que el hecho de que la popular sacase más votos que él "no tiene nada que ver".

En la carrera para preparar la candidatura a la Junta se incorporó tarde y con el inconveniente de no ser parlamentario andaluz. Romero ha intentado suplir esta carencia con su habilidad para colarse en los medios de comunicación, pero los reflejos verbales y la vocación de opina-de-todo han sido insuficientes para abrirse un hueco. Sobre todo en el partido. El modo en que irrumpió en la dirección, tras precipitar la salida de Luis Carlos Rejón, y los escasos esfuerzos que ha hecho por ampliar su confianza más allá de sus fieles, ha contribuido a ello. Quienes le conocen dicen que es astuto y su físico bonachón esconde la frialdad necesaria para quitarse de en medio lo que le estorba. También la osadía de saltar a la arena electoral en uno de los peores momentos de la historia de IU, cuando arrecia la tormenta y si todavía caen más chuzos, esta vez serán de afilada punta.

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