Tribuna:

Huellas

MIGUEL ÁNGEL VILLENA

Antonio Muñoz Molina suele confesar el sonrojo que le provocan esos lectores que pugnan por tocar, en el sentido literal, a sus escritores favoritos. Fetichismo, mitomanía o puro cotilleo acompañan el interés por la literatura en esas liturgias que se organizan con motivo de las ferias del libro, los talleres literarios, las más diversas mesas redondas o cualquier evento cultural. El factor fama ha llegado tan lejos en el campo de las letras que da la impresión de que lo verdaderamente importante no es la calidad de una obra, sino la estatura o el atractivo del escr...

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MIGUEL ÁNGEL VILLENA

Antonio Muñoz Molina suele confesar el sonrojo que le provocan esos lectores que pugnan por tocar, en el sentido literal, a sus escritores favoritos. Fetichismo, mitomanía o puro cotilleo acompañan el interés por la literatura en esas liturgias que se organizan con motivo de las ferias del libro, los talleres literarios, las más diversas mesas redondas o cualquier evento cultural. El factor fama ha llegado tan lejos en el campo de las letras que da la impresión de que lo verdaderamente importante no es la calidad de una obra, sino la estatura o el atractivo del escritor en cuestión. Llegados a este punto la literatura amenaza con derivar en un espectáculo de pasarela o en un ejercicio litúrgico. Pero, más allá de fastos y vanidades, a un escritor hay que juzgarlo por su capacidad de describir un mundo, por su maestría para fabular sobre los sueños, por su talento para dejar huellas que sigan las generaciones venideras.

Los popes del nacionalismo cultural siempre han mostrado su miedo al vacío por el momento en el que desaparecieran los banderines de enganche que han marcado la literatura valenciana en catalán del último medio siglo. Fallecidos ya hace años el ensayista Joan Fuster, el poeta Vicent Andrés Estellés y el filólogo Manuel Sanchis Guarner, la reciente muerte de Enric Valor cierra un largo capítulo de la historia valenciana durante el que los escritores se vieron obligados a jugar más a política que a cultura. Pero a pesar de que aquella época negra impuso tareas cívicas a muchos intelectuales, los nombres de Fuster, Estellés, Sanchis Guarner y Valor adquirieron talla suficiente para trascender un tiempo y un país. Los cuatro lograron ese difícil objetivo de elevarse por encima de los localismos para tejer obras ambiciosas que seguirán vivas durante mucho tiempo en sus lectores de hoy y de mañana. Los cuatro abrieron un camino, antaño estrecho y sinuoso, que han ensanchado después multitud de novelistas, poetas, ensayistas, historiadores, lingüistas y periodistas valencianos. Las huellas de Fuster, Estellés, Sanchis Guarner y Valor no han sido borradas.

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