Tribuna:

La política como arte de lo imposible

La campaña de las elecciones convocadas ayer oficialmente para el 12 de marzo no contará esta vez con la avasalladora presencia de Anguita, convaleciente de una intervención quirúrgica que obligó a la dirección de IU a sustituirle por Francisco Frutos como candidato a la jefatura del Gobierno. El coordinador general -todavía- de la coalición comunicó hace diez días a la Presidencia Federal de IU su renuncia a concurrir a los comicios en cualquier circunscripción o puesto pero se ofreció a participar en la campaña electoral en la medida que lo permita su estado de salud. Las causas del abandono...

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La campaña de las elecciones convocadas ayer oficialmente para el 12 de marzo no contará esta vez con la avasalladora presencia de Anguita, convaleciente de una intervención quirúrgica que obligó a la dirección de IU a sustituirle por Francisco Frutos como candidato a la jefatura del Gobierno. El coordinador general -todavía- de la coalición comunicó hace diez días a la Presidencia Federal de IU su renuncia a concurrir a los comicios en cualquier circunscripción o puesto pero se ofreció a participar en la campaña electoral en la medida que lo permita su estado de salud. Las causas del abandono de su escaño de diputado no son exclusivamente médicas; reemplazado por Frutos como secretario general del PCE y como candidato a la presidencia del Gobierno, Anguita quiere dedicar ahora todos sus esfuerzos a la preparación de la VI Asamblea Federal que decidirá a finales de año el nombre de su sucesor como coordinador general. La retirada también expresa el cansancio de Anguita tras muchos años de trabajo en las instituciones (como alcalde de Córdoba, parlamentario autonómico y diputado a las Cortes Generales), así como su ensueño de seguir el camino de Felipe González y conservar una autoridad decisiva dentro de la coalición después de perder el poder orgánico.En su carta a la Presidencia Federal, Anguita resume sus tesis en cinco mandamientos de sabor veterotestamentario. La coalición no sólo tendrá que preocuparse por conseguir la plenitud de los derechos humanos en la sociedad y por dar prioridad a la ética y los valores. Para los militantes de IU la política, lejos de constituir "el arte de lo posible", debe ser "el arte de lo imposible"; esa contraposición, sin embargo, termina superándose: según precisa Anguita (signifiquen lo que signifiquen sus palabras), "el arte de lo imposible es el único modo de conocer finalmente lo que resulta posible en este mundo". Las posteriores explicaciones al acertijo no suavizan el enigmático carácter de ese posibilismo de lo imposible: "La imaginación, la voluntad y lo que en algunas culturas de izquierda se ha definido como praxis, cuando actúan de modo persistente adquieren la fuerza equivalente a las inexcusables leyes históricas de las que tanto se ha hablado y de las que tantas interpretaciones erróneas se han derivado.

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Anguita se pregunta a continuación cómo medir el éxito o el fracaso de la acción política, para contestar a renglón seguido que ni los resultados electorales ni los sondeos de opinión sirven de ayuda a esa tarea. Con desarmante sinceridad, el coordinador de IU expone su principal argumento sobre la falta de idoneidad de las urnas y de las encuestas para saber si las consignas de IU sobre Kosovo o Estella fueron correctas: dado que tanto las unas como las otras se pronunciaron en contra de la política de Anguita, ni el recuento de los votos ni las muestras representativas están en condiciones de medir los aciertos o los fracasos de los partidos. La democracia radical ("articulada en torno a decisiones-clave para el futuro colectivo: el Programa y la Movilización") debe servir de cauce a la "otra forma de hacer política" descrita en los cinco mandamientos dictados por Anguita "sin la cual la Pluralidad se convierte en cuoteo, la Federalidad en disgregación y el Movimiento Político y Social en la excusa para inhibirse de lo acordado en los órganos regulares".

Quienes lamentan desde las filas del PP y desde los medios de comunicación del Gobierno y de Telefónica la irreparable pérdida que implica para la dignidad de la vida institucional y para la ética de la verdadera izquierda la retirada parlamentaria de Anguita pueden consolarse con la buena nueva de que su admirado tribuno -impulsor de la pinza entre IU y el PP contra el PSOE que dio la victoria a Aznar en las elecciones de 1996- ha resuelto dedicar todos sus esfuerzos a cultivar el pensamiento con mayúsculas y a concebir las estrategias de relanzamiento de la coalición y de la izquierda. La tarea no es moco de pavo: tanto la preparación de la VI Asamblea que nombrará a su sucesor como la "concreción-concienciación" del programa de IU mediante "un doble y contradictorio proceso" de afirmación y de negación requerirán -las cosas claras- "la Serenidad, el Método y la Organización" de los militantes y la "dedicación total" de Anguita "desde la capacidad de diálogo, el tacto y la paciencia".

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