Los hombres de Putin

Poco a poco, Vladímir Putin, de 47 años, presidente interino de Rusia y gran favorito para serlo definitivo tras las elecciones del 26 de marzo, va forjando una base propia de poder. Sin embargo, 17 días después de la sorprendente dimisión de Borís Yeltsin, que dejó en sus manos las riendas del poder, sigue sin aclararse el enigma encarnado en este veterano espía, que ha saltado del cero al infinito en apenas cinco meses. Los nombramientos efectuados en el Gobierno y en el Kremlin muestran una clara tendencia de Putin a rodearse de sus paisanos de San Petersburgo y de sus antiguos compañeros e...

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Poco a poco, Vladímir Putin, de 47 años, presidente interino de Rusia y gran favorito para serlo definitivo tras las elecciones del 26 de marzo, va forjando una base propia de poder. Sin embargo, 17 días después de la sorprendente dimisión de Borís Yeltsin, que dejó en sus manos las riendas del poder, sigue sin aclararse el enigma encarnado en este veterano espía, que ha saltado del cero al infinito en apenas cinco meses. Los nombramientos efectuados en el Gobierno y en el Kremlin muestran una clara tendencia de Putin a rodearse de sus paisanos de San Petersburgo y de sus antiguos compañeros en los servicios secretos.Los analistas siguen preguntándose si tras el rostro impenetrable de este chekista (como aún se conoce a los agentes del KGB, el siniestro Comité de Seguridad del Estado soviético) se esconde el deseo de regenerar su país o el designio autoritario que comprometa las libertades democráticas antes incluso de que hayan llegado a consolidarse.

Putin ha devuelto a su antigua cartera de Ferrocarriles a uno de los dos vicejefes del Gobierno, Nikolái Axiónenko, muy impopular y estrechamente ligado al magnate Borís Berezovski, conocido como el Rasputín del Kremlin. En cuanto al otro, Víktor Jristenko, pierde un grado y se convierte en uno de los seis "viceprimeros ministros", categoría a la que accede Serguéi Shoigú sin dejar el control del Ministerio para las Situaciones de Emergencia.

Lo más probable es que Shoigú, que prestó un enorme servicio a Putin al encabezar con gran éxito en las últimas elecciones un partido inventado por el Kremlin, se ocupe ahora de la campaña electoral del presidente interino, que muy probablemente se confunda con su acción de Gobierno. Los rumores apuntan también a que la viceprimera ministra encargada de Asuntos Sociales, Valentina Matviyenko, cederá pronto su puesto a un paisano de Putin, el actual titular de Sanidad, Yuri Shevchenko.

¿Intenta Putin deshacerse del abrazo de serpiente de Berezovski y de otros miembros de La Familia, el más estrecho e intrigante círculo de poder que encerró a Yeltsin? ¿Está Putin en el centro de una disputa entre el maquiavélico oligarca y Anatoli Chubáis, el otro gran intrigante que llegó a ser mano derecha de Yeltsin? Es prematuro decirlo, sobre todo porque Putin parece capaz de seguir su propio camino, aceptando ayudas externas para hacerse con el poder, pero no necesariamente pagando luego todas las facturas. Lo cierto es que a Mijaíl Kasiánov, nuevo y único vicejefe de Gobierno, que en la práctica ejercerá funciones de primer ministro, también se le liga con Berezovski.

En cuanto a la propia corte, la situación no está mucho más despejada. Se ha producido un relevo muy significativo, el de Pável Borodín, administrador de los bienes de la presidencia y foco de los escándalos que el año pasado acosaron a Yeltsin y los suyos. Sin embargo, su probable nombramiento como secretario de la unión entre Rusia y Bielorrusia llevaba el miércoles al diario Nezavisimaya Gazeta (propiedad de Berezovski) a especular con que se está maquinando colocar a Yeltsin al frente del Consejo Supremo de esa difusa entidad.

Tampoco aclara el panorama el nombre del sustituto de Borodín: Vladímir Kozhin, hasta ahora jefe del Servicio Federal de Divisas y Exportaciones. Pero hay un detalle a tener en cuenta: nació en Leningrado (hoy San Petersburgo) y, por tanto, es paisano de Putin y, tal vez, sus caminos se cruzaron ya en el pasado.

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Por ahora sigue en pie el núcleo de La Familia, con la excepción de Tatiana Diachenko, la hija menor y asesora principal de Yeltsin. Pero Valentín Voloshin, otro hombre de Berezovski, sigue al frente de la Administración Presidencial, y no hay noticias de que uno de sus antecesores, Valentín Yumáshev, que tenía acceso libre al anterior presidente, haya dejado de pulular por los pasillos del Kremlin. Las relaciones entre Yumáshev y Putin son excelentes. Poco se sabe, finalmente, de las idas y venidas por el Kremlin en las dos últimas semanas de Berezovski y de otros dos oligarcas incorporados a La Familia antes de que Putin fuese nombrado primer ministro en agosto: Román Abramóvich y Alexandr Mamut.

Hasta ahora, el jefe de Estado interino ha sustituido al portavoz de Yeltsin, Dmitri Yakushkin, por el diplomático Alexéi Grómov, que dirigía ya el servicio de prensa presidencial; ha convertido en jefe de protocolo a otro diplomático, Vladímir Rajmanin, que era portavoz del ministro de Exteriores, Ígor Ívanov, y ha nombrado vicejefes de la Administración Presidencial a tres hombres de su total confianza: Víktor Ivanov, Ígor Sechin y Dmitri Medvédev. Los dos últimos nacieron en San Petersburgo y trabajaron allí con Putin. El último procede de los servicios de seguridad, la otra gran fuente de la que manan los hombres de Putin. Hasta ahora, sin embargo, conserva su puesto el auténtico número dos de ese Gobierno paralelo: Ígor Shabdurasúlov.

La tela de araña que tiende Putin se sustenta también en los poderosos servicios secretos, herederos del KGB. Al frente de la rama interior, el FSB, que él dirigía hasta que fue nombrado primer ministro, situó en 1999 a otro peterburgués y veterano del servicio, Nikolái Pátrushev. Viacheslav Trúbnikov, que dirige el espionaje exterior, lleva ya varios años en el cargo, pero, al parecer, cuenta también con la confianza de Putin. Finalmente, Serguéi Ivanov se convirtió en noviembre en secretario del Consejo de Seguridad Nacional, cargo que el probable próximo presidente ruso simultaneaba hasta agosto.

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