Crítica:CRÍTICATEATRO

Fragmentos de vanguardia

La mala vidaDe Alejandro Jornet y Jorge Picó. Intérpretes, Eva Zapico, Miguel A. Romo, Jorge Picó. Dirección, Alejandro Jornet. Teatro Talía. Valencia, 17 de noviembre.

En la frontera de un territorio impreciso, un alto ejecutivo algo tarambana contrata a un secretario para que tome nota de sus más felices ocurrencias, tiene abandonada a su mujer por exceso de trabajo y la chica acaba por azar en los brazos del secretario, más divertido que el marido. Con este material como hilo conductor, que bien podría ser la base de un folletín o de uno de esos culebrones de tanto éxito en México, A...

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La mala vidaDe Alejandro Jornet y Jorge Picó. Intérpretes, Eva Zapico, Miguel A. Romo, Jorge Picó. Dirección, Alejandro Jornet. Teatro Talía. Valencia, 17 de noviembre.

En la frontera de un territorio impreciso, un alto ejecutivo algo tarambana contrata a un secretario para que tome nota de sus más felices ocurrencias, tiene abandonada a su mujer por exceso de trabajo y la chica acaba por azar en los brazos del secretario, más divertido que el marido. Con este material como hilo conductor, que bien podría ser la base de un folletín o de uno de esos culebrones de tanto éxito en México, Alejandro Jornet y Jorge Picó componen un texto que tal vez puede incluirse en esa especie de vanguardia escénica minimalista que asola los escenarios europeos. Por un lado, se dan por liquidados los grandes relatos clásicos, y, por otra, el acta de defunción no puede o no sabe renunciar a nutrirse del mismo material que hizo grandes a sus antepasados. Esto ocurre cuando el Godot, por ejemplo, se ha convertido en un gran relato clásico, si no es que siempre lo fue.Así las cosas, el interés de un texto como éste radica en su puesta en escena, ya que la significación queda al arbitrio del espectador, quien parece el único preocupado en encontrarla, y en cualquier caso viene a ocupar como un segundo plano en la intención de sus autores. Como es lógico, potencia las virtudes del texto y convierte en transparentes sus mayores defectos. Subraya innecesariamente el efectismo de algunos pasajes, y recurre a veces a una débil pantomima de los momentos más endebles. Fuera de eso, tiene dos grandes virtudes: una extremada pulcritud y una cierta sabiduría en el uso dramático, elíptico o no, de los objetos. Eso, y el excelente trabajo de Miguel A. Romo y Jorge Picó, basta para recomendarlo a los amantes de las rarezas escénicas.

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