CICLISMO Vuelta a España

Ullrich sufrió pero redujo los desperfectos

El ciclista alemán mostró su debilidad en el alto de Abantos, aunque demasiado tarde para sus rivales

Dicen que la sierra de Madrid anuncia emociones que nunca se cumplen. Suelen ser jornadas decepcionantes precedidas de unas vísperas muy ruidosas. Algo parecido volvió a suceder ayer: cada cual quedó más o menos donde estaba. Con los números en la mano, no cabe suponer que Ullrich deba tener problemas en lo que se anuncia como un desfile hasta Madrid. Sí cabe decir que el líder alemán despertó dudas en la última ascensión: tal y como se especulaba desde tiempo atrás no es un corredor en su estado óptimo de forma. Tal es así que dio muestras de flaqueza en el Alto de Abantos. Pudo reducir los d...

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Dicen que la sierra de Madrid anuncia emociones que nunca se cumplen. Suelen ser jornadas decepcionantes precedidas de unas vísperas muy ruidosas. Algo parecido volvió a suceder ayer: cada cual quedó más o menos donde estaba. Con los números en la mano, no cabe suponer que Ullrich deba tener problemas en lo que se anuncia como un desfile hasta Madrid. Sí cabe decir que el líder alemán despertó dudas en la última ascensión: tal y como se especulaba desde tiempo atrás no es un corredor en su estado óptimo de forma. Tal es así que dio muestras de flaqueza en el Alto de Abantos. Pudo reducir los desperfectos gracias a los numerosos descansos que permitía este puerto y perdió unos segundos que pueden catalogarse de insignificantes. Estas señales de alarma llegaron demasiado tarde. La victoria fue para el modesto Roberto Laiseka (Euskaltel). Chava Jiménez estuvo y no estuvo. Igor González de Galdeano salvó su puesto en el podio. Y Zülle volvió a demostrar que estaba listo para esta Vuelta.Todos los presentes llevaban bajo el brazo un plan A y un plan B para tan anunciada etapa, dado el perfil. El plan A consistía en estar atentos a lo que hiciera Banesto en la Morcuera. El plan B se limitaba a dejarlo todo para el Alto de Abantos. A Ullrich le interesaba que se pusiera en marcha sólo el plan B, lo mismo que a Igor González de Galdeano. El plan A obraba en manos de Banesto y Kelme. El plan A trataba de romper la carrera en el primer puerto, significaba moverse con las más altas miras: la general. El plan B no era más que una segunda opción sin mayores consecuencias. A la vista de lo sucedido, el plan A no funcionó y del plan B sacó provecho un protagonista fuera de cartel, como fue Roberto Laiseka. Y, claro está, vistas las consecuencias del plan B, quizás habría que haberse movido con mayor intensidad en el plan A.

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La cuestión fundamental es que todo cuanto sucedió en la Morcuera pareció quedar a expensas de los movimientos del Banesto, tan dotado de efectivos como descabezado. Todos esperaban a Banesto con gran comodidad, porque todos andan con un jefe a cuestas, que es lo que Banesto no tiene (su única opción posible era Chava Jiménez con todo lo que ello significa). Todos suponían que movería ficha, que establecería el ritmo de la carrera, incluso que se prodigaría en ataques. Pero el problema para Banesto es que, hiciera lo que hiciera, posiblemente no le quedaba otro remedio que defender la suerte de Chava Jiménez y llevarle hasta el último puerto en buenas condiciones. Tal y como se esperaba, Banesto se puso en primera fila: Odriozola en un grupo de escapados, cinco corredores más en el pelotón de notables al mando de Zülle, convertido en un gregario de lujo.

Naturalmente, no es lo mismo que Zülle ponga un ritmo a que lo haga un doméstico. No tienen sus motores la misma cilindrada. Así que Zülle puso la marcha en la Morcuera y el pelotón se quedó con lo justo. Tanto que, detrás de Zülle, no se movió nadie y más de uno anduvo simulando sus penalidades. Con lo justo significaba, entre otras cosas, que Ullrich volvía a quedarse irremediablemente solo. El grupo se redujo a 19 efectivos, pero la ascensión se hizo monótona.

El descenso y posterior ataque al puerto de Cotos no significaron más que un protocolo del plan B. Tanto es así que se efectuó el reagrupamiento del pelotón y que Ullrich tuvo oportunidad de recoger a su escolta. La imagen era todo un símbolo: los Telekom en cabeza. Es decir, etapa bajo control. Llegar al Alto de Abantos en esa situación era un anuncio de que el líder podía enfrentarse al porvenir con la tranquilidad debida. No era Abantos un puerto de extrema dureza (más bien habría que catalogarlo como de medio pelo), no era la lucha por la victoria de etapa lo que más podría incomodarle al alemán. En esas circunstancias, podía mostrarse incluso permisivo.

Y Banesto puso en marcha el plan B con la misma estructura que el plan A. Es decir, con Zülle ejerciendo de locomotora. Y la locomotora volvió a reducir el pelotón a lo justo, tanto que consiguió hacer de la ascensión al Alto de Abantos un espectáculo inesperado. Cuando todos los especialistas esperaban un trayecto aburrido con un final eléctrico, cuando el público animaba a Chava y vigilaba a Heras, cuando todos observaban a Ullrich siguiendo la rueda de Zülle como quien quiere advertir que cuanto suceda en adelante necesitará de su autorización, cuando pasaba todo eso y no parecía pasar nada, Ullrich se descuelga nada menos que a siete kilómetros de la meta.

De pronto, los supervivientes se miraron a la cara y dudaron. Se miraron y debieron echar cuentas, minutos de diferencia, kilómetros hasta la meta, reservas de energía. Se miraron y de estudiarse como simples acompañantes a lo que hiciera Banesto pasaron a verse como probables rivales. ¿Quién debía atacar a Ullrich ahora que estaba descolgado sin haber mediado un ataque? ¿Quién tenía que saltar para decir voy a por ti? La situación demandaba poner en marcha el plan A donde estaba pensado aplicar el plan B. La fortuna de Ullrich fue que nadie lo hizo, posiblemente por varias razones: por falta de ambición, porque las energías tampoco sobraban de tanto perseguir el rastro de Zülle. La fortuna de Ullrich fue también el propio terreno del puerto, dotado de numerosos descansos, que le permitieron enlazar en más de una ocasión.

El tramo final se puso trascendente, pero todo cuanto sucedió resultó anecdótico. Salto el Chava entre el delirio de la multitud, pero lo hizo tarde: esta vez el destino no le permitió un final apoteósico. Juntos se fueron Heras e Igor González de Galdeano, en perfecta colaboración para guardar sus puestos en el podio. Y por allí apareció Vandenbroucke cuando nadie le esperaba, para dejar al Chava con un palmo de narices. Las diferencias resultaron una nimiedad, la sierra de Madrid volvió a ser fuente de frustraciones, pero la tardía debilidad de Ullrich dejó a todos sorprendidos. Quizás si el plan A...

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