Un profesor de la Universidad de Cádiz rastrea los mitos diabólicos

El servicio de publicaciones de la Universidad de Cádiz acaba de editar el libro Demonios, magos y brujas en la España moderna, resultado de las investigaciones que el profesor gaditano Arturo Morgado ha realizado sobre una amplia bibliografía de carácter religioso comprendida entre los siglos XVI y XVIII. Dicho estudio parte de la base, según su autor, "de que el cristianismo es un maniqueísmo imperfecto, en el que el diablo está siempre por debajo de Dios, pero uno y otro cuentan con sus colaboradores". "Los demonios, magos y brujas nacen como discurso intelectual", añade Morgado, "que sirv...

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El servicio de publicaciones de la Universidad de Cádiz acaba de editar el libro Demonios, magos y brujas en la España moderna, resultado de las investigaciones que el profesor gaditano Arturo Morgado ha realizado sobre una amplia bibliografía de carácter religioso comprendida entre los siglos XVI y XVIII. Dicho estudio parte de la base, según su autor, "de que el cristianismo es un maniqueísmo imperfecto, en el que el diablo está siempre por debajo de Dios, pero uno y otro cuentan con sus colaboradores". "Los demonios, magos y brujas nacen como discurso intelectual", añade Morgado, "que sirve para reprimir determinados aspectos de la cultura popular que no sintonizan con el discurso oficial de la Iglesia". El profesor realiza su propio inventario de mitos con una tipología clara: "En principio, todo aquel que colabora con el diablo es negativo, pero hay distintos grados. Hay quien se alía a él para saber cosas ocultas -los astrólogos-, para realizar cosas que serían imposibles por medios naturales -los magos- y las que se empeñan en hacer daño a la gente, lo que técnicamente se conoce como maleficio", explica. "Éstas últimas son las brujas, y si se usa el femenino es porque el cristianismo negativiza mucho a la mujer y la considera más débil ante la tentación". Arturo Morgado destaca la vigencia de estos personajes en la actualidad, a través de la figura de curanderos, santones o adoradores de Satán, "sólo que ahora usan el teléfono e Internet". "La única diferencia con el pasado", apostilla, "es que la Iglesia moderna hizo una profunda reflexión sobre ello, y la élite intelectual de hoy no. En cualquier caso, seguimos elaborando nuestras propias gilipolleces: la fe ciega que se tiene de algunas ramas de la ciencia equivale a aquellas supersticiones, o equiparar la figura del economista a la de un semidiós, o creer a un señor que te diga que España va bien. Y, desde luego, seguimos haciendo nuestras cacerías de brujas".

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