Tribuna:

Despotismo oriental

IMANOL ZUBERO El 25 de junio de 1853 un tal Karl Marx publicaba en el New York Times un artículo en el que analizaba un fenómeno político característico de las vastas regiones de Oriente próximo y de Asia, consistente en la profunda conexión entre la supuesta necesidad de llevar adelante grandes obras hidráulicas (embalses y canalizaciones) y la constitución de gobiernos autoritarios. Marx llamó "Despotismo Oriental" a este tipo de tiranías ligadas a la gestión del agua. Muchos años después otro Karl, de apellido Wittfogel, un comunista alemán emigrado a Estados Unidos para huir de la barbari...

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IMANOL ZUBERO El 25 de junio de 1853 un tal Karl Marx publicaba en el New York Times un artículo en el que analizaba un fenómeno político característico de las vastas regiones de Oriente próximo y de Asia, consistente en la profunda conexión entre la supuesta necesidad de llevar adelante grandes obras hidráulicas (embalses y canalizaciones) y la constitución de gobiernos autoritarios. Marx llamó "Despotismo Oriental" a este tipo de tiranías ligadas a la gestión del agua. Muchos años después otro Karl, de apellido Wittfogel, un comunista alemán emigrado a Estados Unidos para huir de la barbarie nazi, desarrolló estas ideas en su libro Despotismo Oriental: Un Estudio Comparativo del Poder Totalitario. Para Wittfogel, el énfasis de los regímenes despóticos orientales en el manejo burocrático de los recursos hidráulicos configuró unos sistemas mucho más despóticos que el de las sociedades feudales de la Europa medieval, unos sistemas en los que el poder adquirió un carácter total y no benevolente en la búsqueda de la sumisión y la movilización de toda la población como potencial mano de obra para sus faraónicas construcciones. Algunas características de este despotismo oriental se han prolongado hasta bien entrado el siglo XX, con traslados forzosos de cientos de miles de personas e inundaciones de pueblos y ciudades para acometer obras cuyas consecuencias ecológicas han resultado catastróficas. He recordado todas estas cuestiones al conocer el penúltimo capítulo de la historia del embalse de Itoiz. Resulta que el Gobierno de Navarra y la Confederación Hidrográfica del Ebro han ocultado (supongo que habrá que añadir eso de "supuestamente") durante diez largos años los resultados de un informe geológico encargado por ellos mismos en el que se advertía del grave riesgo de deslizamientos de tierra en una de las laderas sobre las que se asienta el estribo izquierdo de la presa. Unos deslizamientos que podrían llegar a provocar el desbordamiento del agua embalsada e incluso la rotura de la pared. En su cerrada y cerril defensa de las bondades del proyecto, esas dos instituciones han llegado al extremo de negar en el pasado la existencia del informe. ¿Pero están locos, o qué? El empecinamiento de la Administración navarra con la construcción del embalse ha pasado por distintas fases: primero fue la fase de manipulación de la propia legalidad modificando cotas, calificaciones de terrenos y lo que hiciera falta; luego fue la fase del enfrentamiento con la Justicia, que ha acabado dando la razón a quienes cuestionaban la posibilidad legal de embalsar el volumen de agua previsto; tras el varapalo que obligaba a reducir significativamente la cota de inundación ha llegado la fase del ridículo, con una enorme presa construida para contener el agua justa para llenar una piscinita; ¿es que hemos entrado ahora en una fase criminal? La coordinadora contra el embalse ha declarado que "estamos ante un caso de auténtico terrorismo administrativo y político". Nunca he sido partidario de utilizar un mismo concepto para nombrar realidades distintas, pues las palabras acaban así por perder todo su significado, pero creo que hay que estar de acuerdo con ellos en que se trata de una actuación que puede ser calificada de criminal. Si lo que se está diciendo sobre el informe negativo y sobre la ocultación de su contenido es cierto, hay responsables políticos que se han permitido tomar decisiones que ponían en grave riesgo la vida de otras personas. Pequeños faraones encorbatados, han hecho sus cálculos y lo único que no han tenido en cuenta ha sido el grado de estabilidad del terreno ni el coste humano del proyecto. Nimiedades. ¿Significará este informe el final definitivo para la triste historia de Itoiz? Sería un triunfo para sus esforzados opositores. Sería una buena noticia. Pero aún sería mejor que el descubrimento del informe oculto sirviera para desenmascarar y quitar de la circulación política a toda esa caterva de nuevos, mezquinos, déspotas orientales.

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