Tribuna:

La movida madrileña

Me refiero a la movida periodística, que es la que está de actualidad, no a la famosa movida lúdica que tanto complacía, en su momento, al profesor Tierno Galván y tanto alentaba. El hecho es conocido: la compañía Telefónica ha entrado de lleno, como empresa, en el mundo mediático -prensa escrita, radio, televisión- y los efectos producidos y las consecuencias derivadas no han sido menores que los que ocasionaría un elefante metido en una cacharrería. La profesión periodística madrileña -mejor dicho, los profesionales que trabajan en Madrid, independientemente de su procedencia geográfica- and...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Me refiero a la movida periodística, que es la que está de actualidad, no a la famosa movida lúdica que tanto complacía, en su momento, al profesor Tierno Galván y tanto alentaba. El hecho es conocido: la compañía Telefónica ha entrado de lleno, como empresa, en el mundo mediático -prensa escrita, radio, televisión- y los efectos producidos y las consecuencias derivadas no han sido menores que los que ocasionaría un elefante metido en una cacharrería. La profesión periodística madrileña -mejor dicho, los profesionales que trabajan en Madrid, independientemente de su procedencia geográfica- anda estos días revuelta y, en cierta manera, desnortada. Las consecuencias que el movimiento sísmico telefónico ha tenido para el escalafón periodístico están siendo memorables. Sobre todo para los que han sido descabalgados del escalafón o para quienes aspiraban una oportunidad para encaramarse al mismo. Me refiero al escalafón cuya composición decide la compañía Telefónica. ¿Sólo la compañía Telefónica? ¿No ha habido influencias políticas? Le digo esto porque he leído que el vicepresidente primero del Gobierno, señor Álvarez Cascos, llamó a doña Julia Otero -una de las profesionales "descabalgadas"- para manifestarle su solidaridad y comunicarle que él no había tenido arte ni parte en su despido de Onda Cero. Tengo para mí que el señor Álvarez Cascos era un seguidor del programa de Julia Otero porque le gustaba. Naturalmente: siempre que sus obligaciones se lo permitían. En todo caso, y como decía, el movimiento del escalafón, sobre todo el radiofónico, ha sido de mucha enjundia y de mucho fuste. Y ello como consecuencia del "ayuntamiento", "conjunción", "hermanamiento", "cohesión homogeneizadora" o como quiera llamarse al hecho de agrupar distintas cadenas radiofónicas en las que la compañía Telefónica ha pasado a ser parte de la empresa: con mayoría absoluta o minoría cualificada. Derivándose de toda esta operación una redistribución de periodistas y comentaristas congéneres entre los distintos programas informativos y de opinión, vulgo, tertulias. Como era de esperar, porque así sucede siempre que se dan casos como el que comentamos, no ha habido pan para todos dado que el escalafón no es de goma y no se puede estirar para dar cabida a los no pocos aspirantes. Incluso algunos veteranos han sido descabalgados. Sea porque no respondían adecuadamente a la condición de "congéneres", sea porque, a pesar de tener suficientemente acreditada esta condición tras muchas horas de prédica ante el micrófono, no tuvieron suerte a la hora del reparto. Alguno de estos tuvo que peregrinar a la Moncloa para ver si, in extremis, todavía llegaba a tiempo de que le hiciesen un hueco en el escalafón mediático. Peregrinación que parece ser tuvo su recompensa. Otros tuvieron que recurrir a algún político destacado del partido turnante en busca de amparo. Alguno de los responsables de la puesta en marcha de esta operación mediático-radiofónica ha declarado que la misma va a ser "el gran referente radiofónico del nuevo milenio". Y que se trata de ofrecer una radio "alternativa, abierta y plural". Lo de "alternativa y abierta" no sé; lo de "plural" parece difícil habida cuenta de que la mayoría de los profesionales reúnen la condición de "congéneres". El tiempo dirá. En cualquier caso, la movida periodística madrileña está servida. Movida en la radio pero también en la televisión y en algún sector de la prensa escrita. Todo parece indicar que de cara a las próximas elecciones generales -sin olvidar las inmediatas catalanas y las no muy lejanas andaluzas- la base de misiles desde donde se dispararán los convenientes mensajes para mejor provecho y gloria de la ideología gobernante, ha quedado debida y convenientemente instalada. No hemos de tardar demasiado en oír el zumbido de los disparos. Esperemos que sea para bien y que el vecindario disfrute del castillo de fuegos artificiales que se avecina. Más intensos y atronadores según vayamos acercándonos a las fechas de los distintos comicios. El espectáculo va a comenzar. Tomen asiento y pónganse cómodos.

Francesc de P. Burguera es periodista. fburguera@inves.es

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En