Tribuna:

Fútbol y felicidad

Nunca ha conocido el fútbol español una sintonía semejante entre la selección, los aficionados y la crítica. Los resultados han ayudado, por supuesto, pero eso no acabade explicar el entusiasmo que ha despertado el equipo de Camacho. Tiempo atrás, y no sólo en la época de Clemente, España alcanzaba con regularidad las fases finales y no se producía la ebullición actual. El mérito de este equipo consiste en rescatar al fútbol como juego, condición que parecía perdida. Desde las trincheras más reaccionarias se ha defendido que el fútbol -si se deseaba el éxito- es una actividad de corte laboral,...

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Nunca ha conocido el fútbol español una sintonía semejante entre la selección, los aficionados y la crítica. Los resultados han ayudado, por supuesto, pero eso no acabade explicar el entusiasmo que ha despertado el equipo de Camacho. Tiempo atrás, y no sólo en la época de Clemente, España alcanzaba con regularidad las fases finales y no se producía la ebullición actual. El mérito de este equipo consiste en rescatar al fútbol como juego, condición que parecía perdida. Desde las trincheras más reaccionarias se ha defendido que el fútbol -si se deseaba el éxito- es una actividad de corte laboral, alejada de cualquier noción festiva. Esa vinculación del fútbol con lo arduo, con lo sacrificado, con lo militar, ha tenido efectos devastadores sobre la selección en épocas recientes. Camacho ha tenido el acierto de recuperar el sentido estricto del juego: la capacidad para proponer una idea seductora y agradable del fútbol. En eso consiste lo de jugar bien, cuando lo que hace un equipo produce una sensación de plenitud en los jugadores y los aficionados. Cuando el fútbol se aproxima a la idea que se tiene de la felicidad. Eso es lo que ha hecho la selección durante el último año.

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