Cartas al director

El Papa, el cielo y el infierno

Como cura, me ha producido una extrañeza supina el que se hayan escandalizado tantos incrédulos ante las últimas declaraciones del Papa sobre el paraíso y el averno, cuando, según mi opinión, estas afirmaciones han sido de las pocas acertadas a lo largo de sus casi veintiún años de pontificado. Ya mi madre, cuando yo apenas tenía cinco años, me contaba que el más allá (la trascendencia) no era un lugar, sino una situación de la persona fuera del espacio y del tiempo, y que los textos neotestamentarios estaban escritos en un lenguaje apocalíptico (fuego, nubes, terremotos, cataclismos, choques ...

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Como cura, me ha producido una extrañeza supina el que se hayan escandalizado tantos incrédulos ante las últimas declaraciones del Papa sobre el paraíso y el averno, cuando, según mi opinión, estas afirmaciones han sido de las pocas acertadas a lo largo de sus casi veintiún años de pontificado. Ya mi madre, cuando yo apenas tenía cinco años, me contaba que el más allá (la trascendencia) no era un lugar, sino una situación de la persona fuera del espacio y del tiempo, y que los textos neotestamentarios estaban escritos en un lenguaje apocalíptico (fuego, nubes, terremotos, cataclismos, choques de astros...) tan de moda al inicio de nuestra era, estilo literario que Jesús usó como buen hijo de su tiempo. En vez de recordarnos estas perogrulladas, más le valdría a Wojtyla que revalorase al Concilio Vaticano II (se lo ha cargado de un plumazo), que canonizase a Juan XXIII (uno de los mejores papas de todos los tiempos), que levantase la condena sobre los teólogos que se ponen de parte de los más pobres y oprimidos y que volviera a publicar sus declaraciones en defensa del celibato opcional de los curas (las quemaron al hacerlo Papa) cuando era obispo allá en su Czestochowa querida.- .

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