Cartas al director

Repulsa

Como uno de los coorganizadores del seminario conmemorativo del 50º aniversario de la firma del Tratado de Washington al que se refiere tan biliosamente su colaborador el señor Vázquez Montalbán, el Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior (INCIPE) no puede sino manifestar su más enérgica repulsa por los calificativos que le endilga desde su atalaya su conocido articulista.Del acto celebrado en el Congreso de los Diputados podrá decir el señor Vázquez Montalbán todo lo que le dicte su bien sabida ideología, su inspiración de fin de semana o su capricho de privilegiado opinan...

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Como uno de los coorganizadores del seminario conmemorativo del 50º aniversario de la firma del Tratado de Washington al que se refiere tan biliosamente su colaborador el señor Vázquez Montalbán, el Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior (INCIPE) no puede sino manifestar su más enérgica repulsa por los calificativos que le endilga desde su atalaya su conocido articulista.Del acto celebrado en el Congreso de los Diputados podrá decir el señor Vázquez Montalbán todo lo que le dicte su bien sabida ideología, su inspiración de fin de semana o su capricho de privilegiado opinante a tiempo parcial, pero jamás que fue algo "enigmático" y "clandestino", o que no le dejaran entrar como asistente, cuando la difusión de la celebración del acto en cuestión se hizo, como siempre, a través de unas invitaciones-programas sin personalizar, que en esta ocasión alcanzaron la cifra de 2.000, destinadas al más variado público. Además, se trató de que los medios de comunicación -escritos, radiofónicos y televisivos- lo anunciaran y acudieran para dar más cobertura a un acto que se quería de celebración del aniversario, pero también de debate de ideas y contraste de pareceres sobre el pasado, el presente y el futuro de la OTAN. El hecho de que tuviera lugar en una de las sedes de la representación de la soberanía nacional tampoco era casual, pues también se quiso que todos los grupos parlamentarios tuviesen la oportunidad de expresar sus opiniones desde la misma tribuna y en igualdad de condiciones que los diversos protagonistas de la historia de la cincuentenaria Alianza, incluido, faltaría más, su secretario general.

El señor Vázquez Montalbán es muy libre de airear sus opiniones en EL PAÍS sobre lo divino y lo humano al abrigo de su columna semanal o sus ocasionales artículos, pero no puede dejarse engañar por sus viejos recuerdos y fantasmas del pasado: la clandestinidad es otra cosa. Lo que no es de recibo, ni siquiera del autor de las aventuras de Pepe Carvalho, es arrojar piedras instalado en la mentira. Faltando a la verdad más elemental, ¿qué credibilidad merece la ristra de afirmaciones, entre manidas y frívolas, de que se nutre su columna? El señor Vázquez Montalbán ha desperdiciado, en fin, una magnífica ocasión para callarse o para demostrar que, además de ser buen escritor, está bien informado.- .

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