Cartas al director

Críticas y noticias

Compruebo desconcertado que siguen publicando cartas contra la crítica de Fernando Martín sobre el recital de Bruce Springsteen. No pude acudir al recital pero leí su comentario y lo consideré correcto e informativo. Veo que ahora llegan misivas de despiadados fans enumerando erratas en nombres, títulos, fechas, etcétera. Siempre es bueno contar con vigilantes de la precisión, pero esos guardianes muestran escasa comprensión ante las circunstancias en que se desenvuelven los comentaristas de la música en vivo. Conviene saber que, con raras excepciones, los promotores de esas giras mult...

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Compruebo desconcertado que siguen publicando cartas contra la crítica de Fernando Martín sobre el recital de Bruce Springsteen. No pude acudir al recital pero leí su comentario y lo consideré correcto e informativo. Veo que ahora llegan misivas de despiadados fans enumerando erratas en nombres, títulos, fechas, etcétera. Siempre es bueno contar con vigilantes de la precisión, pero esos guardianes muestran escasa comprensión ante las circunstancias en que se desenvuelven los comentaristas de la música en vivo. Conviene saber que, con raras excepciones, los promotores de esas giras multitudinarias no se esfuerzan en facilitar el trabajo a la prensa: no se ofrece un lugar adecuado para seguir el recital, frecuentemente no hay listas de canciones y músicos. El periodista debe garabatear sus notas en la oscuridad, a veces entre gritos y empujones. Cuando llega la hora límite -habitualmente, sin haber concluido el show- hay que transmitir una crónica que se exige extensa cuando se trata de superestrellas. Urge buscar un rincón medianamente tranquilo, rogar para que la comunicación con la redacción no se corte demasiadas veces, deletrear títulos y apellidos extranjeros, procurar hilvanar un discurso mínimamente coherente sin posibilidad de madurar argumentos, corregir reiteraciones sobre la marcha... y descubrir al final que todavía faltan 20 líneas. No se suele salir con bien de tan infernal compromiso.

Lamento ser antipático, pero hay un culpable obvio de esta situación: el afán de la prensa por ofrecer críticas de los grandes recitales de un día para otro, en cruel carrera contra el tiempo. Eso es lo habitual para las crónicas de encuentros de fútbol o similares, pero no vale la comparación: las facilidades de todo tipo con que cuentan los periodistas deportivos son muy superiores; los recitales no tienen esos cómodos descansos que sirven para adelantar la escritura, sin olvidar que terminan a horas ingratas, generalmente bien pasadas las doce de la noche.

Se podría pedir algo de cordura: renunciar a publicar al día siguiente esas críticas, para que se puedan redactar con comodidad y posibilidades de reflexión. No ocurrirá, me temo. Los periodistas de música (y los jefes de cierre y el personal de cabinas que toma las crónicas) tendrán que seguir funcionando en condiciones infames y los lectores -por no hablar del prestigio del medio- continuarán sufriendo las consecuencias de esa obsesión por tratar la crítica de un espectáculo artístico como una noticia de actualidad.- .

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