Tribuna:

Color electoral

JOSÉ MANUEL ALONSO Jean Renoir confesaba en 1966 que el cine estaba muy retrasado en relación con la pintura y que los directores tienden a considerar que el mundo es uno, que las cosas no existen separadas, que la luz no produce sombras y que el escenario o el fondo no es importante. Esto mismo puede aplicarse ahora a la política vasca, sobre todo porque olvida la teoría de los colores (necesarios tres: azul, carmín o púrpura y amarillo, para, mezclados, pintar todos los de la naturaleza) y que la sociedad es plural y variada y además tiene sombras. Está claro, por ejemplo, una vez más, q...

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JOSÉ MANUEL ALONSO Jean Renoir confesaba en 1966 que el cine estaba muy retrasado en relación con la pintura y que los directores tienden a considerar que el mundo es uno, que las cosas no existen separadas, que la luz no produce sombras y que el escenario o el fondo no es importante. Esto mismo puede aplicarse ahora a la política vasca, sobre todo porque olvida la teoría de los colores (necesarios tres: azul, carmín o púrpura y amarillo, para, mezclados, pintar todos los de la naturaleza) y que la sociedad es plural y variada y además tiene sombras. Está claro, por ejemplo, una vez más, que este País Vasco, siendo verde -complementario del púrpura- en su dimensión geográfica no lo es en la geopolítica. "El verde", escribía Kandinsky, "es el más tranquilo: no se mueve en ninguna dirección, no tiene ningún matiz, no pide nada, no llama a nadie". Hay, por tanto, otros colores que están más en el sentimiento político de los vascos. Y, por eso, un pintor al que se le pregunte "¿qué le han parecido estas elecciones?" podría responder: blancas y negras. Por dos razones: "El blanco", según Kandinsky, "representa la posibilidad, el nacimiento, y es el color que reúne todos los colores". Y el negro porque Lévi Strauss explicó hace tiempo que toda sociedad que expulsa a su parte extrema e incluso maldita, que pierde capacidad de crear antagonismo, firma su muerte. Y eso no ha ocurrido en la nuestra. Los electores han recordado también a los políticos la importancia del fondo y de las sombras para que el cuadro político (y la gobernabilidad) sea una buena obra. Ya lo decía Delacroix: "Se puede pintar una Venus desnuda, de belleza sin igual, con el color del fango, siempre que al artista le permitan elegir el color del fondo". El fondo, incluso las sombras, también hacen el cuadro. Sombras en las que está siempre el azul (en palabras de Van Gogh) y está, como descubrieron los posimpresionistas y los fauvistas, el complementario del color propio. Y así, con la figura (partido ganador), fondo o escenario (los partidos en su conjunto) y las sombras precisas (pacto con otro), puede lograrse, pese al fango, el cuadro político perfecto para gobernar.

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