Tribuna

La hora de Morientes

En un equipo demasiado público, Fernando Morientes ha mantenido un perfil bajo durante sus dos temporadas en el Madrid. Su aspecto es el de un muchacho amable, ajeno al faranduleo de muchos de sus compañeros. Un tipo normalísimo en una plantilla de estrellonas. Como en el Madrid el ruido vende, Morientes no ha conseguido el crédito que merece. Llegó del Zaragoza después de un breve paso por el Albacete, un recorrido mesetario para un club fascinado con la pesca en los mejores mercados internacionales.Estas condiciones previas le han colocado en una difícil situación de salida, destinado a un i...

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En un equipo demasiado público, Fernando Morientes ha mantenido un perfil bajo durante sus dos temporadas en el Madrid. Su aspecto es el de un muchacho amable, ajeno al faranduleo de muchos de sus compañeros. Un tipo normalísimo en una plantilla de estrellonas. Como en el Madrid el ruido vende, Morientes no ha conseguido el crédito que merece. Llegó del Zaragoza después de un breve paso por el Albacete, un recorrido mesetario para un club fascinado con la pesca en los mejores mercados internacionales.Estas condiciones previas le han colocado en una difícil situación de salida, destinado a un ingratísimo meritoriaje ante los entrenadores, la prensa y los aficionados. En el mejor de los casos se ha ganado fama como jugador para profesionales: el típico delantero cuyas características sólo se detectan en ciertas secretarías técnicas. Pero todavía hoy, debe luchar contra numerosos prejuicios. El Madrid dice que esta semana comienzan las operaciones para el fichaje de Anelka, un jugador muy interesante con un precio desaforado: 4.000 millones de pesetas. Si el Madrid lo ficha o no, ya habrá enviado un mensaje dudoso sobre Morientes. Por lo visto, no le acaban de ver como el delantero fetén para un gran equipo.

Sin embargo, Morientes emite brillantes señales cada semana. Estamos ante un jugador de 23 años que se mueve con el instinto depredador de los rematadores de toda la vida. De ahí su tendencia a marcar goles a pares. Le ocurrió a Julen en sus mejores años en el Athletic. Cada gol le abría visiblemente el apetito. A Morientes le sucede lo mismo. Y no por casualidad. Sus cualidades crecen en la medida en que se acerca a la portería, hasta el punto de que hay que hablar de dos Morientes. Uno es el futbolista de acciones económicas fuera del área. Se le ve en descargas sencillas, sin aparato, apenas comprometido en otra que no sea el desmarque y el tiro. No es un delantero de los que participan en el tejido del juego, hasta parece lejano al partido.

A Morientes se le encienden las luces en el área. Por su físico podría pensarse en un delantero simplón, de los de cabezazo y al puchero. Viéndole tan compacto dan ganas de tirarle un centro ahora mismo. Pero la impresión se hace equívoca. Una revisión de sus goles nos situaría ante un rematador selectivo. Esa capacidad para escoger le convierte en un futbolista muy notable. A Morientes se le ha visto marcando goles en el primer palo y en el segundo, con cabezazos poderosos y con remates instantáneos, de izquierda y derecha, a veces con controles y vaselinas espectaculares, otras con necesarios tiros de puntera, casi siempre sin descomponer la figura ante los porteros.

Si en algún caso se ha dejado llevar por la frustración, también es cosa de goleador. El gol estimula a esta gente en la misma proporción que en la sequía les desespera. Pero el repertorio de Morientes desafía a aquellos que le juzgan como a un delantero de segundo orden. Todo lo contrario. En el área, Morientes admite muy pocas comparaciones en el fútbol europeo.

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