Tribuna:

ONG

MIGUEL ÁNGEL VILLENA "Muchos occidentales creen que el envío de tiritas en momentos de catástrofes naturales o de guerras soluciona los problemas del desarrollo". Esta frase, o más bien esta definición de una actitud muy extendida, la escuché de labios de Carlos Artuondo, un médico que ocupó altos cargos en la sanidad española de los años ochenta y que luego se ha dedicado a aliviar tragedias en Ruanda o en Bosnia-Herzegovina, entre otros destinos. Miembro de una ONG pero de criterio independiente, Carlos Artuondo subrayaba, como tantos otros cooperantes, la confusión entre caridad y solidari...

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MIGUEL ÁNGEL VILLENA "Muchos occidentales creen que el envío de tiritas en momentos de catástrofes naturales o de guerras soluciona los problemas del desarrollo". Esta frase, o más bien esta definición de una actitud muy extendida, la escuché de labios de Carlos Artuondo, un médico que ocupó altos cargos en la sanidad española de los años ochenta y que luego se ha dedicado a aliviar tragedias en Ruanda o en Bosnia-Herzegovina, entre otros destinos. Miembro de una ONG pero de criterio independiente, Carlos Artuondo subrayaba, como tantos otros cooperantes, la confusión entre caridad y solidaridad que todavía anida en muchas voluntades. Desde la admiración por cualquier gesto humanitario, proceda de donde proceda, muchos dirigentes de ONG se lamentan de que la cooperación se mueva a impulsos de estremecedoras imágenes de televisión o de campañas que se agotan en un sprint. No obstante, es bien cierto que gentes inquietas y hastiadas de la parálisis de unos partidos políticos y sindicatos con los relojes inmóviles optan en España, cada día más, por la militancia en unas organizaciones no gubernamentales capaces de dar respuestas ágiles y eficaces a los problemas. Pero junto a este descubrimiento de su papel como valiosos instrumentos de intervención pública, las ONG arrastran las losas de un país poco aficionado a asociarse y la servidumbre de su dependencia de los gobiernos. La coordinadora estatal de ONG reconoció el pasado miércoles que el 60% de sus ingresos procede de fondos gubernamentales, un hecho que pone en duda la segunda palabra de su nombre. Y no hace falta recurrir a profundos análisis para deducir que esta dependencia explica la timidez de las reivindicaciones de muchas ONG de cara a administraciones, centrales o autonómicas, que se muestran hurañas en cuestiones de cooperación y que en los últimos tiempos han favorecido a las organizaciones católicas frente a las laicas. Por ello, Carlos Artuondo siempre defiende la maratón frente al sprint y el trabajo en equipo frente a la carrera en solitario.

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