Tribuna:

Cruzcampo

J. FÉLIX MACHUCAEl idilio entre la rubia sevillana y el potente irlandés ha durado lo que tenía que durar. No más tiempo que el que invierte una efervescente espuma cervecera en llegar desde la mitad de un vaso a su borde. Se temió desde el principio que las intenciones del muchacho no eran rectas. La fresquita muchacha de la Cruzcampo era un sorbito jugoso, apetecible y económicamente ventajoso. Siete años de relaciones han sido suficientes para quitarle el acento vernáculo, rebajarle su pasión alcoholera y dejarla tirada en la cuneta del mercado. Lista para que venga otro y se beneficie de s...

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J. FÉLIX MACHUCAEl idilio entre la rubia sevillana y el potente irlandés ha durado lo que tenía que durar. No más tiempo que el que invierte una efervescente espuma cervecera en llegar desde la mitad de un vaso a su borde. Se temió desde el principio que las intenciones del muchacho no eran rectas. La fresquita muchacha de la Cruzcampo era un sorbito jugoso, apetecible y económicamente ventajoso. Siete años de relaciones han sido suficientes para quitarle el acento vernáculo, rebajarle su pasión alcoholera y dejarla tirada en la cuneta del mercado. Lista para que venga otro y se beneficie de su importante aceptación social. En pocas palabras: los irlandeses de la Cruzcampo no han hecho otra cosa con la marca cervecera sevillana, una de las más importantes del país, que lo que se suele hacer cuando queremos ponerle al coche el cartel de se vende. Le cambiamos las ruedas, le camuflamos la tapicería, le damos un petroleado al motor y lo sacamos al mercado para llevarnos cuanto más mejor. En pura lógica de mercado esta manipulación no tiene pegas. Ocurre, sin embargo, que la Cruzcampo es una importante empresa donde trabajan muchos andaluces, que ha soportado un duro plan de viabilidad que dejó en la calle a 217 trabajadores y que este lifting laboral se realizó para hacer más competitiva la marca, no para que el potente irlandés vendiera mejor el coche. En realidad sólo los muy gravemente cerveceros y los niños podían creer en las buenas intenciones de aquel plan de viabilidad. Los irlandeses, que tienen fama de buenos bebedores de cerveza, han adquirido en Sevilla fama además de excelentes glotones de beneficios cerveceros. Se han comido a la rubia del barrio de la Cruzcampo por donde han querido. Y ahora, un año después del anuncio del plan de viabilidad, declaran su disposición para venderla. Corren tiempos donde las autoridades laborales pierden la matrícula por atraer, como sea y al precio social que sea, inversiones para generar empleo y bienestar. No siempre los que vienen lo hacen guiados por el mismo entusiasmo. ¿Se puede aceptar un plan de viabilidad sólo para hacer más rentable la venta de una empresa y el despido de unos trabajadores? Da la sensación de que no sólo han jugado con la rubia de la Cruzcampo, sino con más de 200 trabajadores andaluces.

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