La OBC se despidió ayer de la luz malva de las matinales

VIENE DE LA PÁGINA 1 Opinaba que el primero era un músico "efectista", sin mayor valor, y el segundo, un compositor de ópera de poca monta, cuyo Concierto para violín, que él mismo dirigió más tarde con David Oistrakh en la parte solista, ridiculizaba sin piedad. En asuntos rusos, el maestro de Vilanova i la Geltrú se inclinaba por Mussorgski, Borodin, Rimski-Kórsakov y, por supuesto, Strawinski. Mucho ha llovido desde que Toldrà dejó la orquesta, en 1962, por defunción. Sin dejar de ser "efectista", un punto Metro Goldwin Mayer, a Rachmáninov se le reconoce hoy su extraordinaria capacidad ...

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VIENE DE LA PÁGINA 1 Opinaba que el primero era un músico "efectista", sin mayor valor, y el segundo, un compositor de ópera de poca monta, cuyo Concierto para violín, que él mismo dirigió más tarde con David Oistrakh en la parte solista, ridiculizaba sin piedad. En asuntos rusos, el maestro de Vilanova i la Geltrú se inclinaba por Mussorgski, Borodin, Rimski-Kórsakov y, por supuesto, Strawinski. Mucho ha llovido desde que Toldrà dejó la orquesta, en 1962, por defunción. Sin dejar de ser "efectista", un punto Metro Goldwin Mayer, a Rachmáninov se le reconoce hoy su extraordinaria capacidad de orquestación, y a Chaikovski, su genio creador de amplia visión europeísta, tan políticamente correcta en los días que corren. Alexandr Lazarev, titular del Bolshoi entre 1987 y 1995 y ayer a los mandos de la OBC, lo subrayó con el gesto vigoroso y amplio de su batuta. Barry Douglas no le fue a la zaga en seguridad y criterio a la hora de interpretar el concierto de Rachmáninov. Para la OBC hoy ha empezado el futuro. Deja atrás las matinales en las que los músicos no disponían de camerinos para cambiarse y los mozos de orquesta iban de cráneo para atenderlos hasta donde podían. Pero deja también atrás la luz malva de los domingos por la mañana en el Palau de la Música. El futuro no entiende de luces malva, ni de señoras que dudan si ir al Palau de la Música para the last concert, ni de caballeros que acceden a comer con este cronista para explicarle los días dorados en que el mestre Toldrà dictaba la norma sinfónica en Barcelona. El futuro, ya se sabe, es una máquina imparable que se cisca en el mundo de ayer.

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