Cartas al director

De Gobelas a Bruselas

Las viñetas de Peridis del pasado jueves (EL PAÍS, 4 de febrero) son una perfecta metáfora de la esquizofrenia que los socialistas españoles venimos induciendo a Felipe González desde 1989, momento en que un reducido círculo de compañeros y amigos le aconsejaron que dejara la presidencia del Gobierno y se convirtiera en candidato a la presidencia de la Comisión Europea. Pero él, dejándose llevar por su olfato político, su intención de saldar las deudas e hipotecas políticas acumuladas por los anteriores Gobiernos democráticos -tanto propios como de la UCD- y su afán de perseverar en la todavía...

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Las viñetas de Peridis del pasado jueves (EL PAÍS, 4 de febrero) son una perfecta metáfora de la esquizofrenia que los socialistas españoles venimos induciendo a Felipe González desde 1989, momento en que un reducido círculo de compañeros y amigos le aconsejaron que dejara la presidencia del Gobierno y se convirtiera en candidato a la presidencia de la Comisión Europea. Pero él, dejándose llevar por su olfato político, su intención de saldar las deudas e hipotecas políticas acumuladas por los anteriores Gobiernos democráticos -tanto propios como de la UCD- y su afán de perseverar en la todavía inconclusa reforma del Estado español, decidió permanecer en la esfera doméstica y esperar su momento para dar el salto a la europea.Diez años después, se vuelve a encontrar ante una encrucijada similar. Ahora son múltiples las voces de dirigentes, militantes y simpatizantes que le animan a encabezar la lista para las próximas elecciones al Parlamento Europeo, lo que sin duda supondría un valor añadido electoral importantísimo para el PSOE, tanto a nivel comunitario como municipal y autonómico. Mas su escaño en Estrasburgo debería tornarse en un resorte que en el año 2000 le permitiera parachutarse a Bruselas, bien como presidente de la Comisión o como coordinador de la PESC de la Unión. Esta decisión debería tomarla a partir de su estrategia política ulterior y según lo extensa que sea la frontera de su ambición (EL PAÍS, 29 de enero). Pues no olvidemos que ésta, a fin de cuentas, se corresponde con la nuestra como nación.-

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