Tribuna:

Es natural

Es natural que Felipe González haya criticado el encarcelamiento del tal Gil (tampoco le gustó ni una miajita el procesamiento a Pinochet). Los poderosos suelen ser una piña a la hora de defender la impunidad jerárquica y las prebendas. Por eso es natural que las cárceles se hayan convertido ahora, de repente, en el centro de la vida pública. Fíjense qué cosas: esas cárceles que siempre fueron el territorio de la marginación y del olvido, esas prisiones que ningún pueblo quería instalar dentro del municipio, ahora son el no va más de lo in y de la gente fina. Y así, la vida moderna se n...

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Es natural que Felipe González haya criticado el encarcelamiento del tal Gil (tampoco le gustó ni una miajita el procesamiento a Pinochet). Los poderosos suelen ser una piña a la hora de defender la impunidad jerárquica y las prebendas. Por eso es natural que las cárceles se hayan convertido ahora, de repente, en el centro de la vida pública. Fíjense qué cosas: esas cárceles que siempre fueron el territorio de la marginación y del olvido, esas prisiones que ningún pueblo quería instalar dentro del municipio, ahora son el no va más de lo in y de la gente fina. Y así, la vida moderna se nos ha transmutado en un frenesí de peregrinaciones penitenciarias, que si Guadalajara o Alhaurín, que si los antiguos altos cargos o la Gunilla.Más tristes son las manifestaciones de esos vascos que sólo saben solidarizarse con su gente. Dicen que reclaman un derecho: más bien están utilizando a su gente como peones. Acercar a los reclusos puede ser humanamente recomendable, pero, desde luego, para todos. Que acerquen a sus pueblos a todos los presos del Estado, pero empezando por aquellos con delitos más leves: el tunante de Murcia, el ratero de Álava. Y dejando a los asesinos para el final. También en este caso los tipos importantes hablan mucho de presos: pero en realidad están hablando de otra cosa.

Mientras tanto, los familiares de los reclusos comunes, que siguen igual de marginados, se manifestaron hace unos días para pedir condiciones más dignas en las cárceles. Sólo eran cien personas y nadie les hizo caso; pero, claro, es que a los familiares de los comunes les mueve el amor a los suyos y el afán de justicia, y no la solidaridad del interés o el miedo, del dinero compartido y la estrategia política. Es natural, en fin, que los poderosos siempre salgan ganando y consigan indultos y ventajas alucinantes. La injusticia es natural: pero es un asco.

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