Tribuna:

El presidente

A poco más de las once de la noche Canal Sur interrumpe la programación para que me hable el presidente, que está bombardeando Irak. Es mi presidente. Las televisiones, Canal Sur y las otras, no me ponen dos días después a Sadam Husein, en directo, para que me diga que los agentes de Satán han atacado Irak, y resistiremos y responderemos en nombre de Alá. Es mi presidente, me digo, mientras oigo a Bill Clinton, que habla con esa inexplicable mueca de estar a punto de sonreír, o de estar sonriendo y aguantando la risa, con que algunos locutores de televisión anuncian descuartizamientos, descarr...

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A poco más de las once de la noche Canal Sur interrumpe la programación para que me hable el presidente, que está bombardeando Irak. Es mi presidente. Las televisiones, Canal Sur y las otras, no me ponen dos días después a Sadam Husein, en directo, para que me diga que los agentes de Satán han atacado Irak, y resistiremos y responderemos en nombre de Alá. Es mi presidente, me digo, mientras oigo a Bill Clinton, que habla con esa inexplicable mueca de estar a punto de sonreír, o de estar sonriendo y aguantando la risa, con que algunos locutores de televisión anuncian descuartizamientos, descarrilamientos y accidentes de aviación. Aquí, en Morón y Rota, tiene dos de sus bases el presidente. Oigo por la radio que los ecologistas, preocupados por el uso de las bases, piden al Gobierno de Andalucía que se preocupe ante el Gobierno de Madrid, que seguramente debería preocuparse ante el Gobierno de Washington. Bagdad es un barrio de Washington; Madrid es un barrio de Washington; Morón y Rota, Sevilla y Cádiz, son dos barrios de Washington. El presidente de Washington irrumpe en el programa de Canal Sur para decirme que está bombardeando Irak por mi bien, y me mira a los ojos, a mí, que ni siquiera intervengo en su elección. No soy un ciudadano que lo elige: soy un súbdito que lo oye religiosamente. Deberían preocuparme las cosas de mi presidente, que se me apareció luminoso en mi casa para decirme que está bombardeando Bagdad y matando en Bagdad. Pero yo no tengo nada que decir, y en la calle nadie habla del mensaje y las bombas del presidente. No pienso que sea indiferencia: es sabiduría. Porque, si el presidente no cuenta con la ONU ni con sus aliados de la Guerra del Golfo, ¿cómo va a contar conmigo y con mis vecinos, que ni siquiera comentamos lo que vimos anoche por televisión? ¿Cómo va a contar con la Junta de Andalucía, aunque Morón y Rota estén en Sevilla y Cádiz? El presidente del mundo, que lo mismo bombardea, según su humor, Sudán, Afganistán o Irak, tiene el suficiente poder para no contar con nadie. Así que callo mientras me habla el presidente y pide la bendición de Dios para América. En Múltiples moradas, un libro acabado en Frigiliana, cerca de Málaga, Claudio Guillén recuerda cómo han visto los clásicos el destierro, o inventaron literariamente las naciones y Europa. Es un libro extraordinario. Guillén habla de los consuelos que Plutarco ofrecía a los exiliados, relegados en una isla remota: el exilio les brindaba el ocio de vivir libres de política. ¿Vivimos nosotros así, en una isla sin política, lejos de Washington, donde se decide el uso del suelo andaluz para acciones de guerra? No estoy seguro: Estados Unidos actúa según acuerdos con gobiernos democráticamente elegidos por nosotros, y son significativamente minoritarios los partidos que defienden una política de independencia frente a Estados Unidos. Por acuerdos de gobiernos elegidos por nosotros, Morón y Rota han servido de base 93 veces desde noviembre para operaciones sobre Irak, así como en la Guerra del Golfo sostuvieron 294 operaciones de bombarderos B-52 y 20.000 vuelos.

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