Un libro y dos exposiciones salvan del olvido la figura del pintor Miquel Villà El artista falleció hace 10 años tras una extensa trayectoria

La Sala Parés, con una exposición de homenaje, y Quaderns Crema, con la edición del libro Àlbum Villà, que recoge textos históricos y contemporáneos alusivos al artista a cargo de Daniel Giralt-Miracle, pretenden dar un nuevo impulso de difusión a la obra y a la personalidad del pintor Miquel Villà (1901-1988), un artista de larga trayectoria y de profunda consideración. El homenaje a Villà se completará a partir del 4 de diciembre con otra exposición en la galería Manel Mayoral que se centrará en la etapa de los años treinta.

"Era un homenaje que la Sala Parés le debía", dice el respon...

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La Sala Parés, con una exposición de homenaje, y Quaderns Crema, con la edición del libro Àlbum Villà, que recoge textos históricos y contemporáneos alusivos al artista a cargo de Daniel Giralt-Miracle, pretenden dar un nuevo impulso de difusión a la obra y a la personalidad del pintor Miquel Villà (1901-1988), un artista de larga trayectoria y de profunda consideración. El homenaje a Villà se completará a partir del 4 de diciembre con otra exposición en la galería Manel Mayoral que se centrará en la etapa de los años treinta.

"Era un homenaje que la Sala Parés le debía", dice el responsable de esta galería, Joan Anton Maragall. Miquel Villà colaboró con la Sala Parés a partir de 1929 y en 1965 pasó a ser artista exclusivo de ella. La exposición, de carácter antológico, permite hacer un recorrido vital por la obra del artista desde su etapa de tonalidades lúgubres, en los años treinta, en la que los colores vivos se intuían pero no llegaban a plasmarse, hasta su estallido de luz y color que dio paso a una pintura viva y fuerte. Su trabajo fue pletórico y extenso, y hasta poco antes de su muerte el artista trabajó incesantemente. Dos obras inacabadas así lo atestiguan, además de numerosos cuadros fechados en 1987. En las obras póstumas puede comprobarse el sistema de trabajo de Villà, que recurría insistentemente al grosor hasta llegar al color, el volumen y la textura que buscaba en cada fragmento de sus cuadros. Según Antonio Urrutia, autor del texto Las concepciones estéticas de Miquel Villà, que se incluye en el libro, el pintor "era un hombre metódico. Tenía la vida muy programada, poco dado a actos sociales y entregado totalmente a la pintura". Urrutia, hijo de la mujer del artista, añade: "Cuando en su trayectoria apareció la fuerza del color, entre los años 40 y 45, tuvo que hacer un esfuerzo para dominar la pasión y poner orden al caos, que era en definitiva su manera de entender la pintura". La exposición, que podrá verse hasta el 10 de diciembre, está agrupada temáticamente. "Villà intentaba huir de la anécdota. Escogía temas tan aburridos como un puente, pero aquella escena de apariencia insustancial cobraba, gracias a su pintura, una fuerza y vida impresionantes", explicó Urrutia. Este homenaje de la Sala Parés a Villà coincidirá con otra retrospectiva organizada por la galería Manel Mayoral que, apoyada por un cuidado catálogo, mostrará hasta el 15 de febrero unas cincuenta telas realizadas por el artista en la década de los treinta.

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