Tribuna:

Un paso al frente

Los 14 clubes más poderosos del continente hicieron ayer algo más que aprobar el proyecto de Superliga elaborado por la UEFA. Rodeados de todos los signos externos que acertó a preparar su anfritrión, el Real Madrid, (un Mercedes para cada club con banderita en su parte delantera, cena en un Teatro Real iluminado como para un gran acontecimiento, reunión en el Casino de Madrid...) se constituyeron en grupo de presión. Y adoptaron la terminología propia de la macroeconomía: es el G-14. No hace falta ir muy lejos para darse cuenta de que han sido ellos quienes han dado el visto bueno al futuro d...

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Los 14 clubes más poderosos del continente hicieron ayer algo más que aprobar el proyecto de Superliga elaborado por la UEFA. Rodeados de todos los signos externos que acertó a preparar su anfritrión, el Real Madrid, (un Mercedes para cada club con banderita en su parte delantera, cena en un Teatro Real iluminado como para un gran acontecimiento, reunión en el Casino de Madrid...) se constituyeron en grupo de presión. Y adoptaron la terminología propia de la macroeconomía: es el G-14. No hace falta ir muy lejos para darse cuenta de que han sido ellos quienes han dado el visto bueno al futuro de la UEFA y no al revés. Se comportaron como si formaran el auténtico consejo de administración del fútbol europeo. Su peso político se ha demostrado superior al de las 51 federaciones europeas, que se verán la próxima semana en Ginebra a toro pasado, o al de los sindicatos de futbolistas, reunidos en cónclave el pasado fin de semana en Lisboa. O al de las propias Ligas Profesionales, todavía sin voz ni voto en la UEFA.La constitución formal del G-14 se produce 24 horas después de que los ejecutivos del Manchester United se apresuraran a matizar a la opinión pública que no habían comprado el Amberes, un club belga de Segunda División, sino que habían firmado un "acuerdo de colaboración". Horas después de que los sindicatos de futbolistas alertaran sobre el "exceso de comercialización" del fútbol, de que el propio canciller austriaco, Viktor Klima, se mostrara partidario de que la Unión Europea tome medidas para conservar el carácter popular del fútbol aprovechando el semestre de presidencia austriaca.

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Los hechos, sin embargo, son imparables. El fútbol profesional, "y comercial", ha decidido ya su camino, el propio de empresas que mueven más de 10.000 millones de presupuesto o cotizan en bolsa. Su ubicación dentro de la UEFA cabe entenderse como meramente temporal. Tarde o temprano ellos decidirán cómo se organiza su fútbol.

A los políticos les quedará ahora decidir qué hacen con el otro fútbol, el de las selecciones y el de las Ligas nacionales. Sobre ese fútbol podrán decidir limitaciones en el número de extranjeros o algún tipo de consideración excepcional en sus tratados, como es el caso de la cultura, para preservar la identificación nacional. Pero no podrán ir más lejos. Ha nacido un nuevo mercado con capacidad para tener vida propia.

El G-14 nació en Madrid ayer. Sus signos externos fueron evidentes. Sus decisiones también: decirle a la UEFA lo que les parece bien y lo que no les gusta. De ahí a organizar el fútbol que quieren sólo va un paso. Un paso al frente de los 14.

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