GANSOS SALVAJES

Un reloj suizo

Como si de un preciso reloj suizo se tratase, aparecen puntuales a su cita otoñal los gansos salvajes que recorren las enormes distancias que separan las frías tierras de Escandinavia, Islandia y Escocia, de las templadas aguas de las marismas que atesora el río Guadalquivir. Los jóvenes se adelantan a la llegada de los más adultos, que aparecen más tarde, llenando noviembre de sus característicos parloteos y trompeteos nasales. Serán unos 70.000 ejemplares los que nos acompañen hasta el mes de febrero, en el que las cigüeñas que todavía emigran hacia nuestras tierras nos refrescan de nuevo co...

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Como si de un preciso reloj suizo se tratase, aparecen puntuales a su cita otoñal los gansos salvajes que recorren las enormes distancias que separan las frías tierras de Escandinavia, Islandia y Escocia, de las templadas aguas de las marismas que atesora el río Guadalquivir. Los jóvenes se adelantan a la llegada de los más adultos, que aparecen más tarde, llenando noviembre de sus característicos parloteos y trompeteos nasales. Serán unos 70.000 ejemplares los que nos acompañen hasta el mes de febrero, en el que las cigüeñas que todavía emigran hacia nuestras tierras nos refrescan de nuevo con su silueta. Parecen todos iguales, pero podemos encontrarnos con algún ejemplar que en vez de tener el pico de color anaranjado, lo tenga rosáceo. Son ejemplares de la variedad que emigra desde el Este de Europa que en un número muy inferior se hace visible para los más observadores. Mejoran la pesada digestión de los tubérculos de plantas acuáticas comiendo arena que incorporan a su buche. Este detalle se suele contar a los visitantes de Doñana, sobre todo al llegar al Cerro de los Ánsares donde nos sorprende su tamaño y número.

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