El menú de la Real Sociedad

Los futbolistas donostiarras reciben agasajos gastronómicos como prima por marcar un golPongamos por caso que la Real Sociedad resuelve el partido de la próxima jornada con un 4-0 a su favor, siendo Kovacevic, De Paula, Idiakez y Mutiu Adepoju los goleadores. El banquete estaría servido y el menú, compuesto por los siguientes platos: unas croquetas para abrir boca, pollos con label de calidad, besugo y dos chuletones de buey. Todo regado con abundante sidra. Sería una comida pantagruélica. Gracias a que no es frecuente un resultado como el apuntado y más extraño aún que los goleadores coincida...

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Los futbolistas donostiarras reciben agasajos gastronómicos como prima por marcar un golPongamos por caso que la Real Sociedad resuelve el partido de la próxima jornada con un 4-0 a su favor, siendo Kovacevic, De Paula, Idiakez y Mutiu Adepoju los goleadores. El banquete estaría servido y el menú, compuesto por los siguientes platos: unas croquetas para abrir boca, pollos con label de calidad, besugo y dos chuletones de buey. Todo regado con abundante sidra. Sería una comida pantagruélica. Gracias a que no es frecuente un resultado como el apuntado y más extraño aún que los goleadores coincidan con los citados, la mesa no suele presentar un aspecto tan copioso y suculento. En la temporada 1989-90 se inició una peculiar iniciativa, coincidiendo con el fichaje de John Aldridge, el primer futbolista extranjero de la época moderna de la Real Sociedad, que se ha convertido en un ritual una década después. Entonces, por cada gol marcado por el delantero irlandés, la peña que le apadrinó le obsequiaba con una chuleta: aquel año Aldridge se empapuzó con 22 chuletas, tantas como goles consiguió (16 en Liga y 6 en Copa). La simpática idea no cayó en saco roto, puesto que a Aldridge le siguieron Atkinson, conocido en San Sebastián como el txipiron, a quien primaban con una ración de este pequeño calamar en su tinta, y el bosnio Meho Kodro, quien recibía una merluza cada vez que marcaba gol. El delantero balcánico, que vistió la camiseta txuriurdin durante cuatro años, se empachó de merluza, porque logró la friolera de 77 dianas. El campo de entrenamiento de Zubieta parecía entonces una lonja de pescado, y el domicilio de Kodro, un privilegiado restaurante, donde comían hasta 13 familiares del bosnio que huyeron despavoridos de la guerra de los Balcanes. Chuletas y sidra En su génesis, la iniciativa era privativa de los futbolistas extranjeros de la Real, como una estrategia para favorecer su integración. Después, los agasajos gastronómicos se han extendido a los jugadores de casa y hoy ya no hay distinción. De pronto llega a Zubieta una remesa de sidra para el nigeriano Mutiu, se presenta un carnicero con dos chuletas para Idiakez o comparecen miembros de la peña de Kovacevic con una bandeja de croquetas. El portero Alberto recibe un pollo si mantiene su portería a cero; Gracia recauda un rodaballo; De Pedro, un lote con pescado y bebida; a José Félix Guerrero le premian con el postre de una sidrería: queso, membrillo y nueces, y Sa Pinto, un surtido de champán, vino y whisky. El chollo es que golee Idiakez, quien obtiene dos chuletas por cada tanto, premio que se hace extensivo a todos los goleadores de ese partido y al cancerbero Alberto si no encaja un gol. Aunque la dieta alimenticia recomendada a los deportistas de élite contradiga el abuso de estos alimentos, "a nadie le amarga un dulce", responde Óscar de Paula, a quien su peña le premia cada gol con un besugo. Pasta y verduras se repiten en el menú de los futbolistas, pero marcar un gol les autoriza a saltarse el riguroso régimen. Una costumbre sagrada dentro del vestuario de la Real Sociedad consiste en festejar el cumpleaños de los futbolistas con jamón ibérico a discreción, yendo la cuenta de la invitación con cargo al bolsillo de quien celebra ese día su aniversario. Al finalizar la sesión de entrenamiento, el gimnasio de Zubieta se transforma en un improvisado comedor repleto de bandejas con jamón. El mismo trámite se le exige a cada uno de los jugadores del equipo filial, el Sanse, que dan el salto a la primera plantilla: el debut con la Real cuesta un pata negra. Hábito caro Cuando Javier Irureta llegó a la Real Sociedad para entrenar a la primera plantilla instauró un hábito que le costó muy caro. Cada vez que su equipo lograba dos victorias seguidas, el técnico irundarra convidada a una mariscada a los jugadores. La conducta de Irureta, que no recogió de sus antecesores John Toshack (quienes le conocieron comprobaron que llevaba cocodrilos en los bolsillos) y Salva Iriarte, tampoco ha tenido continuidad con el alemán Bernd Krauss, el actual técnico de la Real Sociedad.

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