Tribuna:

Contra el cáncer

ROSA SOLBES "Más vale tener un amigo médico que una buena cuenta en el banco". Veníamos de enterrar a una amiga consumida (tan temprano) por un cáncer . Y quien así sentenciaba conserva en su propio cuerpo las cicatrices de dos tumores que por fortuna fueron extirpados sin perder un minuto porque conocía a alguien que a su vez tenía los contactos oportunos. Buena parte de la felicidad consiste, probablemente, en aceptar la muerte de buen grado, como establecida por la naturaleza. Pero las desapariciones prematuras despiertan esa impotencia rabiosa, y más si queda alguna duda sobre si el avanc...

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ROSA SOLBES "Más vale tener un amigo médico que una buena cuenta en el banco". Veníamos de enterrar a una amiga consumida (tan temprano) por un cáncer . Y quien así sentenciaba conserva en su propio cuerpo las cicatrices de dos tumores que por fortuna fueron extirpados sin perder un minuto porque conocía a alguien que a su vez tenía los contactos oportunos. Buena parte de la felicidad consiste, probablemente, en aceptar la muerte de buen grado, como establecida por la naturaleza. Pero las desapariciones prematuras despiertan esa impotencia rabiosa, y más si queda alguna duda sobre si el avance de la enfermedad hubiera podido ser interceptado a tiempo. No digo que sea éste el caso. Puede que sí, puede que no. Y menos aún el momento de afligir aún más a una familia destrozada que quizá, también en silencio y cada cual por su cuenta, va a estar mucho tiempo interrogándose sobre por qué no supieron interpretar aquel indicio, o no sospecharon de aquel síntoma , o si hicieron lo suficiente. La batalla contra el cáncer, contra los cánceres, seguirá siendo uno de los grandes retos del siglo XXI pese a los muchos avances registrados en la terapia de una enfermedad que hasta hace cuatro días era sinónimo de muerte irremisible y que ahora, por mejor comprendida, tiene mucha mayor probabilidad de cura. Muchos hemos sentido recelo ante las mesas petitorias y las cuestaciones, y por el término Juntas Provinciales, con un aroma semántico a JONS. Prevención frente a las damas de alcurnia, las viejas y las nuevas señoras de como aún se las llama, o se las vuelve a llamar, en revistas que publicitan desfiles de peluquería, rastrillos o pases de modelos. Pero siendo pragmáticos deberíamos pensar que todo vale en esta cruzada contra el invasor despiadado (descripción y tratamiento, siempre acompañados de hipérboles de tipo militar, como muy bien anotó Susan Sontag). Y hay que reconocer que, en materia de voluntariado, estas asociaciones han sido pioneras y muchas veces hasta únicas en labores de asistencia, orientación y prevención. Prevención es según la ciencia, las autoridades y las Juntas, la palabra clave. Si no se puede evitar, al menos se trata de que la multiplicación maligna, despiadada e imparable, deje de ser secreta cuanto antes. La enfermedad estará rodeada de metáforas, pero no es una metáfora, y hay que mirarla a la cara cuanto antes, de modo que aunque nada se garantice, es seguro que una intervención rápida ayudará. Ahora bien, y todos cuantos hemos visto de cerca situaciones similares (la mayoría de la población, supongo), sabemos que no todos los profesionales sanitarios tienen los reflejos igual de a punto, y que un tiempo vital se escurre por entre el papeleo y el ya le avisarán. Una biopsia que tarda en ser solicitada, un marcador que se dispara sin que nadie lo sepa... días de espera y angustia, y hasta meses perdidos y lamentados cuando ya es demasiado tarde. Entre la hipocondria cancerofóbica y la dejadez hay un punto intermedio. Pero muy a menudo, el sistema falla, falto de nervio, olvidando sus propias recomendaciones. No puede ser que un diagnóstico certero y un remedio ágil dependan de ese amigo médico que no todo el mundo tiene. Basta ya de permitir el robo insidioso e implacable de tantas vidas perdidas a mitad de camino.

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